MALOS MODOS

La “artesanía” toma Bellas Artes

El Museo del Palacio de Bellas Artes, ese mismo en el que hemos visto a, digamos, Leonardo y Miguelángel, a Magritte, a Modigliani, Picasso y Louise Bourgeois

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El Museo del Palacio de Bellas Artes, ese mismo en el que hemos visto a, digamos, Leonardo y Miguelángel, a Magritte, a Modigliani, Picasso y Louise Bourgeois, que es también el que tiene incluye varias obras clave de la pintura mexicana, tiene una exposición dedicada a lo que hemos llamado “artesanía”, específicamente a la producida por varios “pueblos originarios”: Arte de los pueblos de México. Disrupciones indígenas. Me gusta la provocación.

El museo del Palacio ha tenido desde siempre una vocación de apostarle, digamos, al canon, que, como sabemos, es una cosa bastante flexible, una cosa que hay que redefinir constantemente. Me parece bien, pues, que se asome a eso, al canon, la artesanía o si quieren el arte de los pueblos indígenas mexicanos, que en efecto tiene una riqueza extraordinaria.

Me parece bien la iniciativa, asimismo, porque no es del todo ajena a la historia del este museo: el arte popular, y específicamente el de los “pueblos originarios”, se ha dejado ver en el Palacio varias veces, desde la post Revolución misma, y bien está. Y me parece bien, sobre todo, porque esta exposición es casi lo único de verdadero peso, lo único real, que ha hecho esta administración por la digamos, cultura popular en general, y por las culturas indígenas en especial. 

Los nacionalismos son, sin excepción, plañideros, kitsch y vociferantes, y este sexenio es un sexenio ostentosamente nacionalista, aunque sea de un nacionalismo con presupuesto y vocación de película de luchadores. El indigenismo oficialista, con el culto a las culturas prehispánicas y sobre todo con ese aztequismo tan piñata, es una forma de propaganda destinada a consagrarnos como víctimas eternas, con la correspondiente fobia al extranjero: a los españoles, a los austriacos por increíble que parezca, a lo gringos por supuesto.

Así, iniciamos el sexenio con una ceremonia copalera en el Zócalo, entre coronas de flores y tamborazos; nos gastamos una lana en poner ahí mismo una pirámide; rebautizamos el parque de atracciones de Chapultepec como Aztlán y, Yisus Craist, nos pusimos a rebautizar, también, calles, en celebración de alguna masacre de españoles. Ah, y en hacer pasarelas de moda, no precisamente baratas, en uno de los elefantes a blancos del sexenio. Mientras, la promesa de promover la cultura ahí donde tradicionalmente no llegaban los dineros del Estado, lo que debería incluir por supuesto a los pueblos indígenas, nomás no cuaja: como dije en este espacio semanas atrás, el dinero destinado a esos fines se redujo a nada, porque mejor pagar el proyectote de Chapultepec. 

Así que, sugiero, no se distraigan con tanta superficialidad y tanta retórica, con tanto espíritu de estampa de papelería, tanta xenofobia y tantos penachos de Moctezuma, y váyanse a ver una exposición con sustancia. 

Julio Patán 

Columnista 

@JULIOPATAN09 

MAAZ