CAMPUS

Intermezzo

Al periodista Carlos Loret, en solidaridad con el gremio

OPINIÓN

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Alejandro Echegaray / Campus / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En la música, un calderón o fermata es un signo de prolongación en el sonido, un símbolo que indica un punto de reposo que alarga la duración de las notas. Es un silencio, una pausa que ahora se hace necesaria para desmenuzar y digerir lo que ha sucedido durante las últimas semanas. Para entender y reconocer el punto de quiebre o inflexión que vivimos y permitirnos pensar en el futuro e iniciar el largo proceso de reconstrucción que México tiene por delante.

El presidente López Obrador pide esquina. El intento de transformación que inició hace más de 38 meses ha fracasado rotundamente y su narrativa de austeridad y corrupción se desmorona. Las prebendas que su hijo y su esposa le han aceptado a un ejecutivo de Baker & Hughes evidencian que José Ramón Beltrán ha sucumbido al enajenamiento del capital trasnacional. El involucramiento de su hijo en un posible conflicto de interés lo vulneran frente al gobierno estadounidense que podría utilizar este evento para promover sus intereses: en materia de energías limpias, por ejemplo.

Los actos de corrupción que han involucrado lo mismo a familiares de primer grado que a colaboradores de sus círculos más cercanos han evidenciado que el plumaje del presidente sí se mancha; que no es de otra estirpe, como se jactaba. Y esto -a mitad de su administración- lo convierte en un pato rengo al que le será imposible llevar a cabo una transformación y para el que resultará inalcanzable el sitio en los libros de texto que tanto ha anhelado.

La historia se ha escrito a raudales pero por las razones equivocadas. En solo tres años -de acuerdo con el reciente estudio de The Economist- hemos perdido nuestra calidad como una democracia y somos considerados un régimen híbrido y cuasi autoritario. En materia económica, el deterioro del poder adquisitivo de los mexicanos ha sido enorme: la inflación se ha ubicado en una tasa anual de 7%, de acuerdo con datos del INEGI (la peor cuesta de enero en 20 años). El nulo crecimiento y los altos niveles de desempleo tienen al país en recesión técnica; desde inicios del año, los mexicanos nos estamos recetando un coctelito llamado estanflación.

Su política de seguridad ha sido un fiasco y los criminales no han intercambiando sus armas por tractores, como vaticinó que ocurriría desde el primer día de su gestión. La realidad le cae encima como la pila de cuerpos víctimas de homicidio. Los números son contundentes: nunca había habido tantos muertos en el país. La paz obradorista ha resultado más violenta que la guerra contra el narco.

En materia de salud, el presidente y el grupo de salubristas que lo acompañan tomaron la decisión de desmantelar el sistema de atención médica en medio de la crisis sanitaria más grave en un siglo. Y el fondo de gastos catastróficos se utilizó para comprar clientelas electorales con miras al 2024. La criminal gestión de la pandemia ha producido más de 700 mil muertes; mientras que sus pueriles intentos por consolidar compras solo han conseguido el mayor desabasto de medicamentos del que se tenga memoria. En la Ciudad de México, hasta su delfín ha causado un escándalo mundial por el uso de Ivermectina para tratar la COVID-19.

La oposición debe comenzar a hilvanar una narrativa que permita desterrar el populismo de México. Tendrá que bordar la idea del sueño mexicano para enfrentar la pesadilla obradorista. Habrá que generar una historia que sea más poderosa y atractiva que estirar la mano y recibir una dádiva. La narrativa de que el Estado no debe de ser un lastre para el desarrollo de los individuos y que su responsabilidad es proveer un ambiente seguro, libre y con un terreno parejo donde los individuos puedan desarrollarse por su esfuerzo, capacidades y aspiraciones.

La oposición no tiene que inventar el hilo negro: la erradicación de la pobreza con base en la generación de empleo, la seguridad y contención de la autarquía narco-populista y la estabilidad macroeconómica son elementos suficientemente atractivos para convencer a amplios sectores de la población que hoy son asediados por los gobiernos morenistas. La transferencia de recursos en efectivo tiene que articular la política social pero no debe de ser mutuamente excluyente con un buen sistema de salud, con una educación de calidad y con la garantía de que los ciudadanos tienen la certeza de que el contrato social incluye vivir en paz. Una pausa es necesaria. Sugiero que nos demos un Calderón.

POR ALEJANDRO ECHEGARAY
POLITÓLOGO
@AECHEGARAY1

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