LA ENCERRONA

La paradoja china

En el transcurso de este tiempo hemos visto que después de la llegada de las vacunas y con ello, las medidas de precaución se han relajado en -casi- todo el orbe

OPINIÓN

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Adriana Sarur / La Encerrona / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

"El gobierno no tiene buenas alternativas en este momento.” Mark Williams.

Estamos a unos cuantos meses de cumplir tres años de aquella noticia que cambió el orden establecido alrededor del mundo, el inicio de la propagación de la Covid-19. Este virus que modificó nuestra forma de comunicarnos, de la interacción entre los seres que nos rodean, la forma de trabajar y estudiar, incluso en la manera de hacer las compras básicas en alimentación, gracias a los confinamientos obligatorios. Casi tres años desde que ese virus expuso los sistemas de salud pública en todos los países y el que ha contagiado a 645 millones y ocasionó la muerte de más de 6 millones de personas en todo el mundo.

En el transcurso de este tiempo hemos visto que después de la llegada de las vacunas y con ello, las medidas de precaución se han relajado en -casi- todo el orbe. Pues en la actualidad, la política impuesta por el gobierno de Xi Jinping, “cero covid”, mantiene el aislamiento -a nivel macro y micro-, el uso de mascarillas, así como las actividades se siguen realizando vía remota. En el país donde inició todo, se reportan tan solo 30 mil muertes por motivos de Covid-19 y menos de 10 millones de contagios, según cifras de la Organización Mundial de la Salud. Números, que al inicio de la pandemia, hizo que el mundo volteara hacia el gobierno de Xi y aplaudiera sus rígidas y estrictas políticas en materia de salud.

Sin embargo, después de casi tres años, estas mismas políticas ya no son posibles de ser aplicadas. El crecimiento económico anual (2.8 %) es mucho menor de lo esperado (5.5 %), el cierre drástico de fronteras propiciando las rupturas en las cadenas de suministros y distribución ha provocado inestabilidad en el mundo automotriz y tecnológico, pero sobre todo, el deterioro en la salud mental de los habitantes por motivos del aislamiento, así como la falta de generación de inmunidad natural o adquirida mediante vacunas, hace que estas medidas sean el caldo de cultivo perfecto para un estallamiento social.

En este sentido, los pronósticos se hicieron efectivos y las calles de las ciudades más importantes en China se llenaron de manifestantes. Comenzó en la ciudad sede de la fábrica más grande de iphone, en Zhengzhou, para reclamar las medidas anti Covid que había impuesto la empresa; posteriormente fue en Urumqi donde se suscitó un incendio; después en la región de Chengdu, donde ocurrió un sismo de 6.6; en los que en ambos casos no se pudo hacer la labor de rescate debido a los confinamientos, por lo que a estas ciudades se le sumaron una decena más, incluyendo Beijing y Shanghai, capital política y financiera, respectivamente.

Así, lo que comenzó con las consignas de los manifestantes para relajar las medidas de la Covid-19, también se le sumaron las de libertad de expresión y libre manifestación, hasta los reproches al presidente Xi Jinping y al Partido Comunista, algo inédito en la China de Xi, convirtiéndose en el conflicto interno más importante durante su periodo y las manifestaciones más numerosas desde Tiananmen en 1989. Lo que sigue para el presidente es una paradoja donde si accede a las peticiones de los manifestantes, mostrará debilidad (según su propio razonamiento), además de poner en riesgo a la población por los contagios masivos que se vendrán; por el otro lado, si decide prolongar su política de “cero covid” las marchas y manifestaciones escalará hasta desestabilizar el seno del gobierno y el Partido Comunista.

POR ADRIANA SARUR
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@ASARUR

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