EN LOS MARES DE LA EDUCACIÓN

Fracaso mundialista

En la educación, como en el futbol, a menos que haya un cambio profundo, difícilmente podremos regresar al tradicional cuarto partido, menos, aspirar al quinto

OPINIÓN

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Antonio Argüelles / En los Mares de la Educación / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Durante un mes, cada cuatro años, el futbol eclipsa, más que de costumbre, a la natación en aguas abiertas y el resto de los deportes. 

Toca, pues, hablar de futbol y de las posibles lecciones que el reciente fracaso de la Selección Mexicana en el Mundial nos puede dejar en el ámbito educativo.

Hace 44 años, desde Argentina 1978, que México no tenía un desempeño tan malo en una Copa del Mundo. 

Cuando hay malos —o pésimos— resultados, en las mesas de análisis se critica a los jugadores por su mal desempeño y, en los estadios, a menudo retumba la exigencia “¡Fuera (nombre del técnico en turno)!”. 

Esta sentencia contra los personajes más visibles es lógica y natural. En términos generales, jugadores que carecen de las habilidades que deberían tener en este nivel, disputan el partido sin intensidad y cometen errores graves de concentración no tienen nada que hacer en la selección nacional. 

De igual forma, un director técnico que no conoce bien el entorno de su equipo ni emplea la táctica adecuada está condenado al fracaso.

No obstante, a veces los malos resultados y el mal funcionamiento no son más que el reflejo de problemas estructurales que trascienden a quienes están en la cancha. Éstos incluyen, por ejemplo, las prácticas monopólicas de los empresarios que se benefician del negocio futbolístico, la corrupción en las fuerzas básicas, la cantidad de extranjeros en la liga local, la abolición del ascenso y el descenso y la falta de competencia con equipos externos al área de Concacaf, tanto a nivel de clubes como de Selección Nacional. 

Ahora bien, ¿qué lecciones nos deja el fracaso mundialista en la educación? 

Si vemos a los estudiantes como los jugadores cuyo desempeño hay que mejorar y al docente como el técnico que debe guiar al grupo, en primera instancia se puede pensar que los malos resultados son su culpa. 

Su responsabilidad, desde luego, es innegable. Como un jugador indisciplinado, un alumno que no pone de su parte muy probablemente tendrá dificultades para aprender; y, como un entrenador que no adecúa su estrategia al rival, un docente que no se ajusta a las necesidades de sus estudiantes no logrará transmitirles conocimientos.

Sin embargo, responsabilizar a estudiantes y docentes por su desempeño individual es un grave error. También en la educación es necesario atender problemas más profundos que he señalado en ocasiones anteriores, desde las deficiencias en los aprendizajes fundamentales de Español y Matemáticas hasta la formación docente con herramientas que les permitan afrontar la nueva realidad educativa. En la educación, como en el futbol, a menos que haya un cambio profundo, difícilmente podremos regresar al tradicional cuarto partido… y menos aspirar al quinto.

POR ANTONIO ARGÜELLES
COLABORADOR
@MEXICANO_ACTIVO

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