LA ENCERRONA

Salvar la democracia

Este año teñido de conflictos bélicos, económicos y alimentarios, de Estados que se diluyen, nos deberá de dejar algo en qué pensar

OPINIÓN

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Adriana Sarur / La Encerrona / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

“La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás.” W. Churchill.

Si bien este 2022 estuvo marcado por la guerra en Ucrania, provocada por la invasión de las fuerzas armadas rusas comandadas por Putin, trayendo consigo una serie de crisis económicas, energéticas y alimentarias, también existieron otros aspectos que caracterizaron este año que termina, tales como la quinta y sexta ola de COVID-19, los estallamientos sociales en China reclamando las medidas sanitarias, pero también el autoritarismo político, además de la vuelta a la izquierda en Chile y Colombia, el estado de emergencia en Perú, así como las victorias de la ultraderecha en Suecia, Italia, Hungría o Polonia. Lo que evidencia una crisis que avanza silenciosa, pero con pasos firmes: la crisis de la democracia.

Dicha crisis democrática, o en sentido estricto de representación, por supuesto que no es algo privativo de 2022, se viene acarreando desde su concepción como régimen liberal entre las naciones (mayoritariamente occidentales), sin embargo, cada vez es más palpable en los últimos tiempos. Esto, por su misma esencia y lucha constante de diferenciarse con la democracia antigua o directa implementada en la Grecia clásica, para después recoger los conceptos de Locke, Constant, Stuart Mill, entre otros, y convertirse en la democracia moderna, representativa, que tenemos hoy.

Las fallas en la democracia representativa son inherentes a su nacimiento, pues esta genera distancia entre representantes y representados, ya que los deseos y necesidades individuales, en la mayoría de los casos, se quedan cortos a los colectivos (especialmente cuando las necesidades básicas de esta masa colectiva están satisfechas). Lo que nos deja un vacío de legitimidad y una amplia brecha entre el “demos” y el “kratos”, mismo que podemos observar en nuestros días cuando las personas emiten su voto basado en el enojo por sentir que sus expectativas no fueron cumplidas o, peor aún, porque los gobernantes sólo velan por intereses propios.

Con esto no quiero decir que “sea necesario” el regreso a la democracia ateniense, ni mucho menos que una autocracia sería lo más adecuado para los tiempos que vivimos, no. Pero los ejemplos del descontento generalizado que caracteriza estos tiempos políticos son más que evidentes: altos márgenes de abstención, sufragios “de castigo”, ilegitimidad partidista, líderes abiertamente fascistas y el populismo rampante en todo el mundo. No es una cuestión de ideología binaria, izquierdas o derechas, es un evidente desgaste de la forma política e incluso de la política misma, la cual no ha sabido adaptarse a las necesidades sociales actuales.

Así, para en el año venidero y para el futuro mediato y de largo plazo, se necesita replantear la implementación de política, de la democracia representativa-participativa, dimensionar la importancia de los partidos políticos y de la conversación política suscitada en medios tradicionales y en redes sociales digitales. Si no queremos regresar a las dictaduras, autocracias o al colapso real de la democracia, la —mal llamada— clase política debe estar a la altura de la sociedad. Este año teñido de conflictos bélicos, de malestares económicos y alimentarios, de Estados que se diluyen, nos deberán de dejar algo en qué pensar. Se tendrá que pasar del “todos son iguales” al engrosamiento de la democracia mediante una mayor participación y una mejor elección del rumbo político.

*¡Feliz 2023, queridos lectores!

POR ADRIANA SARUR
ADRIANASARUR@HOTMAIL.COM
@ASARUR

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