LA NUEVA ANORMALIDAD

El otro plagio

Lamentable sería que el Poder Judicial fuera encabezado por una delincuente; no menos preocupante resultaría ver a una agente del Ejecutivo

OPINIÓN

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Créditos: Especial

En Izúcar de Matamoros, como en Sanlúcar de Barrameda, plagiar es “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”. El verbo reviste una acepción adicional en varios países de América Latina, México incluido: “secuestrar a alguien”. Cabe una alta probabilidad de que la semana pasada una servidora pública mexicana haya cometido plagio en la primera acepción; de lo que no cabe duda es de que, casi de manera simultánea, fue víctima de uno en la segunda, y de que el perpetrador fue otro servidor público mexicano.

No tengo buena opinión de la ministra Yasmín Esquivel. No me gusta su ascenso a los máximos niveles del Poder Judicial estando casada con un amigo personal y proveedor dilecto del titular del Ejecutivo. Y me subleva su defensa del hermano corrupto del Presidente, la reserva que prodigara a su expediente judicial dizque por atenta contra sus derechos humanos. Todo ello, sin embargo, no basta para asumirla en automático culpable de plagio en su tesis de licenciatura a partir de las múltiples y perturbadoras coincidencias con otra, advertidas por el escritor Guillermo Sheridan.

Bien puede que Sheridan tenga razón y que la mujer sea una farsante; también cabe que –como alega la acusada– sea ella la plagiada. (Que hayan aparecido ya cuatro tesis con idéntico tema y redacción similar –tres de ellas dirigidas por la misma asesora de tesis– apunta a un caso cuando menos truculento). Tiene, como todo ciudadano, derecho a debido proceso. Lo que, es más, la UNAM, institución que le otorgara el título de marras, realiza ya una investigación. Está, pues, por verse si es plagiaria o no.
Plagiada, en cambio, sí que está: es decir secuestrada –como la agenda pública toda– por el discurso presidencial. Una sospechosa de plagio es una sospechosa de plagio; en este caso, además, es una posible víctima de intereses que acaso pretendan bloquear su llegada a la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Todo cambia, sin embargo, cuando el presidente la hace estandarte de la más reciente deriva de su invectiva propagandística cotidiana.

Dice el Presidente que el presunto delito cometido por la ministra hace menos daño a México que las ideas políticas libres y legales del intelectual que la acusa.

Y dice el Presidente que tras el ataque a ella se oculta uno a su proyecto de gobierno. Con esas dos frases, López Obrador priva a Esquivel de toda credibilidad o legitimidad, la evidencia como el mero alfil suyo que es.

Lamentable sería que el Poder Judicial fuera encabezado por una delincuente, aún si juvenil; no menos preocupante resultaría ver a su cabeza a una oronda agente del Ejecutivo. Con su defensa apasionada, el presidente ha dejado traslucir su intentona contra la división de poderes. Acaso haya que agradecerle.

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dhfm