DE LEYENDA

¿Por qué no hablamos de futbol?

No puedo evitar comentar el malestar que me causó caer en la cuenta de que, en este punto, todos nos sentimos con cierto derecho a mirar una foto sobre un momento y sacar todo tipo de conclusiones fuera de contexto

OPINIÓN

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Gustavo Meouchi / De Leyenda / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Estas dos primeras semanas del Mundial Qatar 2022 ha traído enormes sorpresas: Argentina perdió contra Arabia Saudita; a principios de la semana, Thibaut Courtois, el portero del Real Madrid, que apenas hace un par de meses obtuvo el séptimo puesto en la competencia por el Balón de Oro por la temporada 2021-22, dejó pasar dos goles de Marruecos, y ahora peligra la clasificación de los belgas a la fase de grupos; Alemania no parece lo dominante que se esperaba; apenas ayer Túnez le ganó 1-0 a Francia y muchas más.

Cuatro años de espera es mucho tiempo. Y no sé si a ustedes, pero a mí se me está complicando, mundialísticamente hablando, esta época del año. Tengo mucho trabajo, poco tiempo, cierre de ejercicio fiscal encima, ahora sé que el verano es buen momento para el Mundial. En estos momentos no puedo estar tan en la jugada como me gustaría, hay mucha información circulando y no he podido ver en directo muchos partidos.

Y en esa lucha por sumergirme hay una cosa que confieso, me irrita un poco. En esta semana, en México al menos, hubo una polémica rara que aumentó la distracción sobre el tema: las declaraciones de Saúl Canelo Álvarez.

Creo que todo el mundo se enteró del incidente. Tras la derrota de México a manos de Argentina el sábado pasado, Andrés Guardado cambió su camiseta con Lionel Messi. Los argentinos se fueron a celebrar a su vestidor; mientras hacían lo que siempre hacen, quitarse la ropa sucia, arrojarla al suelo para que los utileros la recojan, la laven y la pongan en condiciones, y seguir con lo suyo, el festejo. Argentina tuvo un mal comienzo mundialista, esta victoria era importante para ellos así que, mientras Messi se quitaba los zapatos, seguro tenía mil cosas en la cabeza menos esa playera, la de nuestra selección.

Había gente grabando el festejo, las imágenes circularon en redes y hubo alguien, Canelo Álvarez, que se detuvo a ver en ese acto, que me parece sencillo y desintencionado, una supuesta afrenta nacional.

Álvarez se fue a las redes sociales a amenazar al argentino y a enfrascarse en una batalla monumental que empeoró a cada momento. En la discusión ya entraron todo tipo de personajes, incluyendo Guardado, quien explicó la situación, y salieron a relucir cualquier cantidad de nombres y situaciones, hasta a la propia hija del boxeador, en un contexto francamente espeluznante.

Hay casi demasiadas cosas que me llaman la atención de todo esto. La primera, que a veces resulta problemático que olvidemos que por mucho que amemos al futbol y a nuestra Selección Nacional, este deporte es un juego y debería ser un oasis para relajarnos y disfrutar. Los valores nacionales no están en riesgo, ni los partidos suponen derrotas o triunfos de la dignidad del país. Entiendo que para un deportista, y para cualquier persona que tiene la oportunidad de representar a México, ese honor supone una responsabilidad, un orgullo y una motivación, pero la playera verde no es nuestra bandera, ni el escudo de la selección el patrio, como para que alguien se pueda sentir impelido a amenazar con violencia física a otra persona porque supuestamente no le da el trato que debiera tener.

Me llama también la atención que alguien pueda interpretar como una falta de respeto este asunto. ¿Ustedes cuando llegan a casa después de usar la verde con orgullo no se la quitan y la arrojan al bote de la ropa sucia para lavarla después? Bueno, en los vestuarios al parecer no hay cestos de ropa, supongo que por alguna razón logística, pero el gesto es ese y no hay nada más ahí. La única razón por la que Messi no pisó su propia playera era porque ya no la tenía, se la había dado a Guardado en el intercambio. Con el perdón de todos los que discrepan me parece que Canelo se salió de sus casillas de forma inexcusable y, como admirador del boxeador, me resulta preocupante su incapacidad de admitir que cometió un error y terminar el asunto ahí. Contra todo y contra todos sigue enganchado en un torbellino que a cada momento escala de la forma más absurda.

Y no es que Canelo sea inconsciente, él mismo se reconoce como ejemplo para una gran parte de la audiencia. Por ello, no me explico cómo un profesional del boxeo puede hablar con tanta ligereza de soltar golpes fuera del ring. Esa sí me parece una conducta que lo denigra a él y a la disciplina que practica.

Por otro lado, no puedo evitar comentar el malestar que me causó caer en la cuenta de que, en este punto, todos nos sentimos con cierto derecho a mirar una foto sobre un momento y sacar todo tipo de conclusiones fuera de contexto. Sobre todo si esa imagen pertenece a un momento “de puertas para adentro” por decirlo de alguna forma. ¿Podemos juzgar a una persona, cualquier persona, por cómo se saca los zapatos o acomoda la ropa sucia? ¿Ya no hay derecho a la privacidad? En serio creo que deberíamos hacernos las preguntas sobre cómo y por qué sentimos que podemos meternos en la vida de todos y juzgarnos mutuamente de esta forma.

Y así, de la nada, no estamos hablando de fútbol, yo el primero, y la verdad no entiendo el porqué. Pienso que quizá ya nos enganchamos a estas cosas en automático. Una persona pone un tuit y reaccionamos, sin pensar, sin analizar, sin preguntarnos hasta dónde llegarán las cosas. Nosotros mismos tomamos una foto o subimos un video y jamás imaginamos las consecuencias de eso. Normalmente no pasa nada, pero a veces sí. Canelo dijo algo absurdo e irresponsable, por decir lo menos, pero muchos de nosotros ayudamos a hacerlo grande, enorme. Y de alguna forma terminamos sepultados en ese lodazal, y dejamos de lado que en realidad esto se trata sobre disfrutar de una fiesta deportiva, que esperamos cuatro años y que, además, lo qué pasa en esa fiesta es para que nos alegremos, para que canalicemos muchas emociones, para que soñemos o a veces también para que nos decepciónenos, pero tampoco nos define como personas o determina el destino de nuestro país. Hablemos entonces de fútbol.

POR GUSTAVO MEOUCHI
COLABORADOR
@GUS23258924

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