MALOS MODOS

Helguera en Los Pinos y otros auto homenajes

Lo que homenajea la 4T es el aplauso. La militancia. Es decir, premia al Presidente, que es el que pone y dispone

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El “Centro Cultural Los Pinos” anunció hace unos meses una exposición de Antonio Helguera, el caricaturista de La Jornada muerto un año antes, todavía joven, de forma cruel y repentina. Era sólo el principio. Hace poco, se anunció otra, esta en el Museo de la Ciudad, ya no sólo con su “obra política”, sino con sus ilustraciones para niños y sus retratos. Y había más sorpresas.

El gobierno chilango, o sea la misma 4T, nos dejó saber que el salón donde se expone su obra se llamará “Gabinete de maravillas: Antonio Helguera”.

  Si quieren lo discutimos, pero el despliegue de recursos en aparente honor al monero de La Jornada no tiene justificación en la estética o la voluntad crítica. Helguera no pertenece a la buena tradición del cartón político mexicano, esa que incluye, digamos, a Quezada, Naranjo, algo de Rius o Magú, entre sus mayores, porque su obra carece de dos rasgos indispensables en un caricaturista: la libertad y el humor.

Helguera fue un hombre encerrado en la ideología —la ideología es justo eso, encierro mental—, y apostó por el encabronamiento y el despliegue de superioridad moral en vez de la ironía o el sarcasmo. Fue un propagandista, pues, con momentos estimables y una obra correcta como ilustrador. Por eso, los recursos sólo van a su honra de manera aparente. Lo que homenajea la 4T es el aplauso. La militancia. Es decir, premia al Presidente, que es el que pone y dispone. Es un auto homenaje.

En realidad, las expos de Helguera y lo del gabinete no son asuntos demasiado importantes. Todos los gobiernos han pagado exposiciones y homenajes dudosos. Importante, como dijo hace poco Viviana Hinojosa, es que en este país, desde 2018, desaparecieron casi por completo las grandes exposiciones: las de Leonardo, Miguelángel, Otto Dix o Picasso, todas ellas gestiones del neoliberalismo que disfrutaron por miles y miles todos los ciudadanos, incluidos los más pobres. Lo de Helguera es, más bien, sintomático.

El gasto en Cultura, hoy, es en gran medida eso, un auto homenaje presidencial con propagandistas a sueldo. No otra cosa son, a fin de cuentas, los programas de Ackerman y Sabina Berman (la televisión estatal no había incurrido en una lambisconería tan impúdica en muchas décadas, y tal vez nunca), igual que lo es, por ejemplo, el Proyecto Chapultepec, otra millonada para una eventual inauguración con —supongo— militares, o los videos palaciegos de Epigmenio.

Decía que podemos discutir lo de Helguera. Incluso en las democracias sin tacha, los propagandistas pueden merecer retrospectivas y análisis a fondo. Ahí tienen, en la URSS, a Rodchenko y Mayakovsky, a la Riefenstahl en el nazismo y algún desliz de calidad a cargo del aparato castrista. Pero eso exige algo más que monos convencionales de Felipe Calderón y Claudio X. Algo más que indignación.

POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09

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