COLUMNA INVITADA

Día de Muertos

El origen de la celebración es prehispánico y sus expresiones se modificaron con la evangelización

OPINIÓN

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Xóchitl Gálvez / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Única en el mundo, la celebración de Día de Muertos nos ofrece la oportunidad de recibir a las ánimas de nuestros difuntos, ya sean adultos o pequeños. Un camino de pétalos de flor de cempasúchil guía su regreso a casa, para compartir de nuevo alimentos, bebidas y música. Así se mantiene vigente la esperanza de celebrar la vida.

Las fiestas dedicadas a las ánimas de los fallecidos se celebran en todos los pueblos indígenas de México. Las expresiones varían de acuerdo con sus tradiciones y concepciones de la vida y muerte, según sus culturas, transmitidas de generación en generación, cada una con su propia ritualidad. Es una festividad que ha permeado en la sociedad mexicana entera y fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en 2008.

El origen de la celebración es prehispánico y sus expresiones se modificaron con la evangelización. En pocas palabras, son resultado de particulares interpretaciones y sincretismo. Entonces, se festejaba en otoño, en los primeros días el décimo cuarto mes mexica, cuando florecen las flores de cempoalxóchitl o cempasúchil, la flor de pétalos infinitos.

Durante la Colonia se hizo coincidir las celebraciones con el calendario católico que conmemora a todos los santos y a los fieles difuntos: el 1 y 2 de noviembre. Ahora, estas fiestas dedicadas a los muertos son ocasión para vivir el momento sagrado del reencuentro con nuestros antepasados, honramos su vida con una gran ofrenda en casa. Ante sus fotografías y objetos preferidos, recordamos los gustos de nuestros familiares y amigos que han partido del mundo terrenal.

Es una celebración que también representa la esperanza que tuvieron los que se nos adelantaron en un futuro mejor y, por eso, se les muestra el camino de flores con deseo que ese mundo se cumpla. Siempre se esperan con fe. También vamos al panteón para limpiar sus sepulcros y los recibimos con copal, luz de velas y decenas de flores.

No puede faltar el gran vaso de agua pues, tras su largo camino, llegan sedientos. Las ofrendas actuales incluyen también alimentos que gustaban en vida a los difuntos: fruta fresca o en dulce, tamales, atole, tlacoyos, dulces, mole, pan -tradicional de esta ocasión que varía en cada región-, bebidas, cerveza, pulque y vino. Son recibidos con cariño porque los hemos extrañado mucho. Queremos que estén a gusto, les ponemos su música.

En torno a la ofrenda comemos, bebemos y conversamos hasta que llegue la hora de despedirlos. Ya volverán el año siguiente. Los invito a mantener viva esta tradición. Coloquemos en las ofrendas las fotos de nuestros familiares que ya partieron, sus gustos. Pero, sobre todo, mantengamos la esperanza de que tuvieron un futuro mejor. Con caminos de flores, pétalos infinitos, honremos su paso y celebremos su vida.

POR XÓCHITL GÁLVEZ RUIZ

SENADORA DEL PAN

@XOCHITLGALVEZ

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