COLUMNA INVITADA

El futuro, ese dios desconocido

Ducunt fata volentem, nolentem trahunt. El destino conduce a quien se somete y arrastra a quien se resiste. Lucio Anneo Séneca: Cartas a Lucilo, 107, 11, 5. 

OPINIÓN

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Luis Ignacio Sáinz / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

¿En verdad debemos resignarnos al deseo de los poderosos? La frase que se atribuye al cordobés Séneca (4 a. C.-65 d. C) y que éste refiere que es un aforismo del filósofo estoico Cleante, posee en realidad un tono irónico, pues de no ser así dudaríamos de si somos capaces de forjar nuestra propia historia. De modo que podemos asumir que nada nos detiene en el empeño por fijar rumbo a nuestro tiempo, pese al desasosiego que siembra.  

Eso que llaman el pensamiento único, manifiesto en los extremos del valor, es decir, el radicalismo que simplifica y banaliza en la oposición blanco-negro todo asunto de relevancia humana y social, pierde de vista que las naciones y los colectivos estables y respetuosos de las diferencias se instalan en la banda central de tales polos: en los grises, el nido del refrán popular que reza: “Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”.  

Empero, hoy día los vientos parecen soplar en favor de los fundamentalismos de cualquier signo, populismos de izquierda y populismos de derecha, igual de perniciosos y excluyentes, que prefieren la destrucción de lo construido penosamente a lo largo de décadas cuando no siglos, tan solo por refrendar su vocación mesiánica y providencial. Ideologías que reducen a los otros en calidad de enemigos, y que se afanan en defender la lógica del “todo o nada”. 

Los portavoces de semejantes sentimientos apocalípticos niegan la posibilidad misma de que coexistan versiones diferentes y hasta encontradas de los temas fundamentales de toda sociedad que se presuma democrática, y que para serlo de verdad necesita deslindar los temas de conciencia (morales y religiosos) de los derechos fundamentales (las garantías individuales). Denunciar y someter los fanatismos se erige en un imperativo prioritario. 

Los mexicanos cada vez somos más diversos, formamos un arco abierto de preferencias de ser y de pensar. Y, sin embargo, de manera creciente acendramos actitudes destructivas que se resumen en clasismo, sexismo, racismo, y un larguísimo etcétera colmado de prejuicios derivados de una ignorancia asombrosa. Cuando más incursionamos en el territorio de la tolerancia, que se limita a “soportar las diferencias”, en vez de practicar el respeto, que se basa en el “reconocimiento de igualdad” de los demás. 

La filósofa malagueña María Zambrano (1904-1991) tenía razón cuando afirmaba: “Prefiero una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila”. El riesgo como condición de la autodeterminación, pues el ser humano es histórico, responde a las coordenadas del espacio y del tiempo en que surge y se desarrolla en comunidad, pero además el ser humano es trascendente, porque siendo responsable de sus actos y decisiones en el aquí y en el ahora, lega y transmite las consecuencias de ellos en el tiempo por venir, el de la esperanza. El futuro, dios desconocido que nos insufla, como ilusión y sentido de la vida, una “razón poética” que es “saber del alma”; y este es nuestro dejo de divinidad. Justo por esta capacidad de pensar desde uno para el prójimo es que no debemos soslayar el compromiso de transformar nuestra realidad, con seriedad y empatía, en una unidad de lo diverso. 

POR LUIS IGNACIO SÁINZ
COLABORADOR
SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM

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