COLUMNA INVITADA

FIFA, un monumento a la incongruencia

Qatar tiene derecho a tener su propia legislación. Pero esto no es un problema de tolerancia de la federación

OPINIÓN

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Georgina Trujillo / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En un mapa, muy pocas personas podrían decir dónde se ubica Qatar. Hace 50 años, ni siquiera era un país. Hoy representa un minúsculo punto enmedio de la península arábiga, que apenas sobrepasa 11 mil km². A pesar de la modernidad que se percibe de manera superficial en numerosas fotografías y postales de la única ciudad del país, en la que viven nueve de cada 10 qataríes, la realidad es que Qatar es un eco del pasado.

Una muestra viva de que, en cualquier sociedad, los viejos fantasmas del autoritarismo como medio para ejercer el Poder, cambian de máscaras. La moneda de cambio de Qatar es el gas natural.

Además de servirle a su monarquía para comprar una paz interna, también ha funcionado para conseguir proyección regional con presencia en medios masivos de comunicación y en el deporte occidental. Utilizan la Televisora Al Jazeera, con más de 50 millones de televidentes, para controlar la narrativa del mundo árabe.

A nivel deportivo, patrocinan equipos de futbol europeos, son anfitriones de la Fórmula 1 y hace 12 años, ganaron la candidatura para ser sede del Mundial organizado por la FIFA. Si bien Qatar es un ejemplo claro de la cantidad de recursos que un régimen autoritario está dispuesto a gastar para salvaguardar su imagen y consolidar su gobierno, también es un ejemplo de la hipocresía que distingue a los países de occidente y sus constantes simulaciones democráticas.

La FIFA es una institución en decadencia desde hace varios años, manchada por escándalos de corrupción en el pasado, además por la tibieza con la que aborda una y otra vez las causas que dice defender. Como muchas otras ocasiones, el capital compra el silencio y la complicidad, que sirven para ocultar vidas humanas debajo de la alfombra de la historia.

La relevancia que cobrará Qatar en las próximas semanas, está patrocinada por miles de vidas de trabajadores migrantes que murieron en la construcción de estadios de futbol que no servirán para otra cosa en el futuro. Son monumentos a un sistema esclavista moderno que se da no sólo en ese país, sino en toda la región árabe.

El “milagro catarí” tiene muy poco de sobrenatural, pero mucho de aquellos vicios que todo el tiempo se dan en naciones en desarrollo: precariedad económica y laboral, una deficiente distribución de la riqueza y la falta de un sólido estado de derecho. Aún así, la FIFA decidió hacer oídos sordos, pesan más los intereses económicos.

Y como el deporte es una herramienta política, entonces se mancha, pues, una contradicción sobre otra. De qué sirve declararse contra el racismo si los más afectados hasta ahora son migrantes de países orientales que perdieron la vida en condiciones climáticas extremas.

De qué sirve pronunciarse contra la homofobia y vetar estadios por “gritos homofóbicos”, cuando selecciona como sede para el mayor evento mundial, un país que persigue con cárcel a personas con preferencias sexuales diferentes.

Aclaremos que no se trata de ser intolerantes con una sociedad por su forma de organizarse. Qatar tiene derecho a tener su propia legislación. Pero esto no es un problema de tolerancia sino de congruencia, misma que la FIFA perdió desde hace muchos años. Entre la corrupción y las realidades maquilladas, este es un Mundial que salió mal desde antes de comenzar.

POR GINA TRUJILLO
COLABORADORA
@GINATRUJILLOZ

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