MALOS MODOS

Original: una pasarela en Los Pinos

La música es de esa que nos hizo huir del insufrible rock progresivo: el plomazo de los coros melancólicos

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La música es de esa que nos hizo huir del insufrible rock progresivo: el plomazo de los coros melancólicos, la percusión que no para y el sintetizador muy “étnico”, muy “el sur también existe”. De las escaleras tan bonitas, con esos barandales antiguos que gracias a los cielos no han agarrado la impronta morenista, ese je ne sais quoi de tianguis fayuquero tan 4T, bajan dos modelos morenas y altas con ropas de evidente origen artesanal que sin embargo evidencian, también, que los muy talentosos artesanos de nuestro país no son ajenos a lo que pasa con la moda en el mundo.

Así en adelante. Siguen rebozos, huipiles o huaraches que acompañan pantalones de tela muy ceñidos, muy diseño español, e incluso algún short de mezclilla en un modelo güero y macizón. La experiencia –consejo: huyan de cualquier cosa llamada “experiencia”– tuvo lugar en 2021, en Los Pinos, bajo la etiqueta de “pasarela”. Bueno, llegó su segunda edición, en el mismo escenario y con la misma instancia organizadora: la Secretaría de Cultura. 

¿Qué pasó ese año, entre la primera y la segunda edición de Original? Pasó que tanto la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, como Beatriz Gutiérrez Muller, empuñaron el término “apropiación cultural” y se lanzaron a acusar de plagio a varias marcas de ropa por fusilarse, dijeron, los diseños de nuestros artesanos. 

Ya hablé antes de la “apropiación cultural”, una cosa que no existe. La artesanía no tiene autor: no hay plagio. Tampoco proviene de 500 años de resistencia, ni de culturas intocadas, puras, sino, como toda producción cultural, de una permanente contaminación que aquí involucra, por decir, a España, al diseño occidental e incluso a la cultura de masas. Es puro eclecticismo, pues, como toda la cultura; es refractaria al antropologismo.

La molestia, en realidad, viene del prejuicio: de que sean diseñadores occidentales y ricos, capitalistas malos, los que volteen hacia los diseños tradicionales, mientras que, por ejemplo, su uso folclorizante con fines de propaganda política parece sano y celebrable: el presidente con un collar de flores o una camisa bordada sí, Ralph Lauren no, por mucho que la cultura tienda a ser capitalista, dado que solo el dinero nos hace libres. 

No es nuevo. Al menos desde el periodo posrevolucionario, nuestros políticos han volteado con paternalismo, de manera superficial, hacia los artesanos, mientras, como ahora, gastan el presupuesto en otras cosas. Lo que es nuevo es este nivel de chiste que se cuenta solo.

La contradicción flagrante: ¿de veras vamos a sostener semejante antropologismo a partir del símbolo de capitalismo duro que son las pasarelas, entre sintetizadores y zapatos de tacón a juego con el huipil, en plan fin de semana en Tepoz? Coherencia, porfa: o nos ahorran el discurso, o nos ahorran el sinte. 

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@juliopatan09 

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