CAUSA COMÚN POR MÉXICO

Por un Futuro Mejor

El poder de la sociedad de conciencia activa comprende en su esencia, determinación y claridad para proteger lo construido y conquistar lo que aspira

OPINIÓN

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Créditos: Especial

Para forjar un futuro mejor en comunidad, es importante comenzar con algunas interrogantes que a sociólogos e indagadores interesan. 

Encontrar respuestas y reflexionar, sobre el poder que contienen en su esencia sociedades como individuos, es un poderoso indicador, que contribuye a valorar posibilidades, y determinar estrategias, para mejorar las condiciones socioeconómicas de la comunidad.

Que importante es entonces descubrir con mente abierta, lo que se necesita identificar, reconocer el potencial que les es propio, para valorar cuánto se puede hacer, con lo que se tiene.

Ciertamente es un inmenso poder atesorado el nuestro, como ciudadanos, entre ellos, tener más coincidencias que diferencias, es un valor digno de ser aprovechado al máximo. 

Los ciudadanos somos una fusión de experiencia, astucia y carácter, que no debería estar guardado en los archivos melancólicos de la memoria, mucho menos ser ignorado. 

El poder ciudadano es sustancia vital, está pulsando porque está vivo, esperando que detone en realizaciones. 

El poder de la sociedad de conciencia activa comprende en su esencia, determinación y claridad para proteger lo construido y conquistar lo que aspira.

Ser la generación que sobrevivió al COVID19, utilizando conocimientos y experiencias abrevados a lo largo de la historia de la humanidad, es un mérito encomiable, que deberá ser aprovechado íntegramente, en los siguientes pasos en dirección a la construcción de la sociedad que tendrá como centro neurálgico, el perfil de un nuevo ciudadano de México y del mundo.

Antes algunas preguntas.

¿Cuáles son nuestras coincidencias más poderosas, en las que estamos de acuerdo? 

¿De qué manera podemos aprovechar nuestras fortalezas?

¿Cuáles son las circunstancias que no queremos?

¿Qué urgimos hacer, cuando amenaza una tormenta?

¿Qué tanto estoy dispuesto hacer para evitar lo que no quiero, y alcanzar lo que sí quiero? ¿Me pregunto?

Previo a las respuestas y decisiones que cada quién razone y determine, comparto algunas consideraciones con el ánimo de contribuir. 

Los ciudadanos de conciencia activa vivimos con la esperanza de un futuro mejor para todos, es decir, para la familia, para la comunidad a la que pertenecemos, para el planeta que nos alberga, y para quién escribe esta nota.

Estoy convencido que para los hijos; amor, seguridad y valores. Del mismo modo, poderosas enseñanzas para; sobrevivir, convivir, crear y servir. Abastecerlos de fortaleza espiritual y humana suficiente, mantenerlos alejados de las perversiones que dañan tanto el cuerpo de las personas, como de las sociedades, especialmente aquellas que corroen la vida, como la depredación, el crimen y la mediocridad.

Siempre he creído en la capacidad de la gente para promover cambios poderosos. Creo en su potencial, en el superhombre descrito por Nietzsche que superó la mediocridad, la credulidad y la moral barata. 

Ese hombre especial que existe dentro de cada uno, 

al que solo se tiene que detonar, para que florezca y se desarrolle.

En todas las circunstancias de la vida, creo que la combinación de alianzas con sabiduría, estrategia y determinación, es poderosa. 

Entre las diversas organizaciones de la sociedad civil, es apremiante construir alianzas con propósitos específicos de beneficio colectivo. 

Por otro lado, advierto que se precisa tener cuidado, por peligroso, ceder al escepticismo, porque la duda mata, sobre todo la indiferencia. Es cierto que la cautela será bienvenida siempre, pero que no se pierda de vista, que el temor carcome. 

Se muy bien que la diversidad de costumbres y formas de ser entre los ciudadanos es inmensa. Por un lado, están quienes por comodidad prefieren recordar antes que seguir soñando, por confort, así sea mediocre, optan no por arriesgar, ni esforzarse más allá de su circunstancia. 

Otro grupo importante de personas prefieren vivir alentados por una causa, un proyecto que aspiran realizar. Por mi parte, prefiero anhelar que recordar, realizar proyectos e ideales como un muchacho, antes que sufrir hipocondrías. 

Prefiero seguir luchando, a mi manera, pero esforzándome, haciendo lo que me gusta, alejado del claustro de la resignación y el sufrimiento, contribuyendo siempre al bien común, porque considero que es la mejor forma de vivir.

Se muy bien que mi cuerpo envejece, que, a estas alturas de la vida, mi cabello cambió de color, mis fuerzas físicas se abrevian, pero mi libertad, para decidir ser feliz y útil, es vibrante. 

Por lo tanto, prefiero vivir con la certeza de que mi espíritu es fuerte, entusiasta, jovial, que me impulsa, a seguir por el sendero, de una vida larga, útil y agradable. 

Esta actitud mental me conserva dinámico. 

Vivo con entusiasmo, con Dios dentro de mí, sirviendo, aprendiendo, compartiendo.

Los ciudadanos convenimos aceptar que, para forjar un país mejor para todos, requerimos aportar, la mejor versión de cada uno, aprender a convivir, a compartir y ser corresponsables con la vida en comunidad.

En tiempos de disrupción política y social, los habitantes de nuestra comunidad nacional necesitamos reinventarnos, estar a la altura de los cambios de software mental que necesita el país, tendientes a la construcción de mejores comunidades, con mayor cohesión social. Una próspera sociedad donde todos los habitantes apliquemos la consigna que afirmaba en vida mi compañero y entrañable amigo Enrique Collado López; «todos iguales, todos responsables» 

Vale tener presente que, hacer o dejar de hacer invariablemente, tiene repercusiones en el porvenir. 

Cierro esta columna con lo dicho por el escritor británico Bertrand Russell quién reflexionó en su momento que, «los seres humanos tenemos que aprender a tolerarnos unos a otros, para asegurar la continuación de la vida humana en este planeta» 

Necesitamos entender de una vez por todas que, México nos necesita a todos. Hagamos la parte que nos corresponde. ¿Está usted de acuerdo?

POR FERNANDO ALBERTO GARCÍA CUEVAS

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