MALOS MODOS

La ciudad oculta, de Héctor de Mauleón

Conocemos a Héctor de Mauleón como ese columnista indispensable y doloroso de leer

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Conocemos a Héctor de Mauleón como ese columnista indispensable y doloroso de leer que, hace ya varios años, decidió convertirse en el gran testigo de nuestro horror cotidiano: el del crimen organizado y sus vínculos con la corrupción política, militar y policiaca; el de los miles de muertos y desaparecidos, las ciudades sitiadas por el narco y los ciudadanos indefensos. Hay, sin embargo, otra buena razón para leerlo. La razón es La ciudad oculta, la serie de libros, o más bien: ese libro en varias partes del que acaba de entregarnos los volúmenes tres y cuatro. 

Héctor proviene de la literatura y eso que, no con mucha precisión, llamamos “periodismo cultural”. Se le nota, en el mejor de los sentidos. La ciudad oculta, colección adictiva de piezas breves sobre los 500 años de la tierra chilanga, la Ciudad de México, es un libro de esos que crece hacia adentro, muy rico y muy variado. Es desde luego un libro lleno de escritores, para empezar los grandes cronistas de estas tierras –Novo, Pacheco, Monsiváis, Valle-Arizpe–, pero también de poetas: el propio Pacheco, Paz, Nervo.

Es, también, un libro de historia contado con gracia de narrador, con mil anécdotas entre la Colonia y –en el volumen tres particularmente– ayer mismo, ese ayer de la Ciudad de México que empieza a salir de la pandemia y la masacre que nos trajo, cortesía del virus y de los humanos que nos gobiernan.

En estos últimos dos volúmenes sobre todo, es un libro lleno de anécdotas futboleras: Héctor se las arregla para hablar de las Chivas, sus Chivas, en un libro chilanguérrimo, y la verdad es que se las arregla también para hacerlo con gracia y naturalidad. Pero sobre todo es el libro de un extraordinario cronista impregnado de nostalgia.

Como en su programa de TV, el peatón compulsivo que es De Mauleón nos lleva por todos los rincones de esta ciudad, desde los monumentos coloniales en ruinas, hasta los puestos ambulantes que ocupan el sitio de los edificios que desaparecieron, hasta las librerías, los museos, las cantinas y las casas de los escritores. Además, nos lleva a los detalles cotidianos de la chilanguidad, desde el diúrex, tan universal y a la vez tan nuestro, hasta la torta de milanesa o los cómics que leímos quienes hemos llegado a una edad, los de puesto de periódicos. 

Elegante, triste a ratos (muchos), envidiablemente preciso en la escritura, lleno de entrecruzamientos culturales, con momentos cercanos al ensayo, con unas cuantas entrevistas de importancia, a caballo entre lo íntimo y lo colectivo, culto y juguetón, gratamente lleno de excentricidades de todas las épocas, La ciudad oculta es, pues, el libro de un notable escritor. Harían bien en irse por los dos volúmenes que acaba de publicar editorial Planeta, o por los cuatro, si no han tenido la alegría de leer los primeros. 

POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09

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