LA NUEVA ANORMALIDAD

Brasil (Barbas a remojar)

Preocupa que casi medio Brasil considere que un bravucón, desdeñoso no sólo del conocimiento y la evidencia sino de las libertades y los valores democráticos, debe repetir como presidente.

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El 100 por ciento de los votos de la reciente elección brasileña ha sido contabilizado. El resultado tiene en vilo al mundo.

El populista Jair Bolsonaro –el negacionista de la pandemia, el homófobo declarado, el represor– obtuvo el 43 por ciento de los sufragios, quedando en segundo lugar. Pero el candidato que lo rebasó no pudo derrotarlo: al haberse hecho con sólo el 48 por ciento en un sistema en el que el ganador precisa la mitad de los sufragios más uno para declararse triunfador, deberá volvérselas a ver con el todavía presidente en una segunda vuelta.

Brasil es el país que más afectado se ha visto por el Covid-19, y sobre su compra tardía de vacunas pesan acusaciones de corrupción. Bolsonaro ha recortado presupuesto a la educación superior y a las organizaciones de la sociedad civil, y hostilizado a académicos y activistas críticos de sus posturas. Durante su presidencia, la deforestación se ha elevado a más del doble. Y su gobierno se ha caracterizado por ser cercano al Ejército (y abusivo de sus funciones), desconfiado del árbitro electoral, pugnaz con sus pares extranjeros.

El periodo presidencial que está por terminar en Brasil es, pues, uno que linda con el desastre, lo que sin embargo apenas si se refleja al comparar los resultados de Bolsonaro en su primera y su segunda elección: cierto es que en 2018 tuvo el 46 por ciento de los votos y ahora tres puntos porcentuales menos, pero también que los sufragios que recibió en aquella primera ronda fueron 49 millones mientras que en ésta obtuvo 51. En cuatro años el número de votantes brasileños aumentó 11 millones; el polémico presidente reclutó entre ellos dos millones de nuevas adhesiones.

Preocupa que casi medio Brasil considere que un bravucón, desdeñoso no sólo del conocimiento y la evidencia sino de las libertades y los valores democráticos, debe repetir como presidente. Igual o más inquieta la elección de candidato que la oposición propone para enfrentarlo.

Luiz Inácio Lula da Silva no sólo fue –entre 2003 y 2010– un presidente de Brasil con muchos aciertos; antes y después ha sido un luchador por las libertades, un hombre de ideas. También es un cartucho quemado.

Sobre la imagen de Lula flota un halo de corrupción: está en duda si se benefició de ella; queda claro que la toleró. Proponerlo como opción a Bolsonaro no acusa sino sordera de las elites brasileñas: equivale a decir “de los males, el menos” al medio país que exigió un cambio.

Previsto está ya que la candidata que ocupa hoy el tercer lugar, Simone Tebet, dé su refrendo a Lula: incluso la mitad de su 4.16 por ciento bastaría para sacar del juego a Bolsonaro. La salvación, sin embargo, habrá llegado por un pelito.

Deriva de este episodio una lección que debe aprender con urgencia la oposición. (No me refiero sólo a la brasileña.)

 

POR NICOLÁS ALVARADO
IG: @nicolasalvaradolector

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