ANALISIS

Pensar y llorar Cuba

La mente y el afecto sufren cuando la mirada se vuelca sobre la gran isla del Caribe

OPINIÓN

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Rodrigo Guerra López / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La mente y el afecto sufren cuando la mirada se vuelca sobre la gran isla del Caribe

El huracán “Ian” tocó a Cuba. Las imágenes de la zona oeste, en torno a Pinar del Río, son catastróficas. Los plantíos de tabaco y arroz se encuentran fuertemente afectados. La cosecha de cítricos, arrasada. El suministro de energía eléctrica se extinguió en casi toda la isla. El internet también. Las protestas en distintos puntos, incluso en Puentes Grandes, Municipio de La Habana, se hacen notar.

Más allá de controversias ideológicas, el pueblo cubano sufre una vez más. Existe un hecho empírico que trasciende el polarizado mundo de las ideas: la gente real que con dolor mira cómo uno de los lugares más bellos y fascinantes del mundo, recrudece sus ya largas décadas de pobreza, alcanzando carencias increíbles, tras las lluvias y vientos torrenciales de los pasados días.

Al ver las lágrimas de tanta gente buena, al conocer historias de destrucción de los poquísimos bienes materiales de las familias, me pregunto: ¿no será posible suspender el “bloqueo” por un día?, ¿no será deseable la más amplia solidaridad internacional por razones humanitarias para quienes requieren ayuda de emergencia? Cuando una situación límite alcanza su límite, - válgase la redundancia -, ¿no sería oportuno acercar un poco de alimento a las bocas hambrientas?, ¿no sería pertinente sorprender a todos con un inédito gesto de fraternidad?

Pasado mañana podríamos proseguir las discusiones sobre el régimen, sobre la sociedad, sobre las diversas lecturas políticas de la realidad cubana. Pero ahora, ¿no traería algún bien hacer una breve “tregua”, - brevísima si se quiere -, con tal de que los niños cubanos pudieran comer un poco de carne y beber algo de leche el próximo fin de semana?

Pensar Cuba es un ejercicio extraordinario. Los nombres de Félix Varela y José Martí de inmediato aparecen en el corazón. El primero decía, con gran acierto: "no hay Patria sin virtud, ni virtud con impiedad". El segundo, afirmaba: “Cubanos, para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella”. Sin embargo, en el hoy de esta historia, pensar Cuba se hace mejor llorando. Abrazando a la distancia a los hermanos, y pidiéndo la intercesión de Varela, para que se realice un milagro. El milagro.

Uno de los más importantes (poetas) cubanos de la actualidad, Roberto Manzano, medita algo que me da vueltas y vueltas en el alma: “En las noches de impotencia, bajo la humedad y la tos, sentados sobre el sillón del desamparo, con el ábaco triste en la mano, nos hemos acordado del valle y la palabra honda que nos hemos dado, como un abierto compromiso. Nos hemos acordado sabiendo que un día de los días será el día, pues, de otro modo, cómo es posible?”

En efecto, el día llegará. Un anhelo inextinguible de las entrañas más profundas lo presiente. Poco más adelante, el poeta culmina afirmando: “Arriba está el sol, y hacia él hemos de ir: él es una puerta, la mayor que existe, y atravesando los estratos cerrados de la sombra y las aglutinaciones excesivas de la luz, alcanzaremos la más justa eufonía de la sangre.” Que así sea.

POR RODRIGO GUERRA LÓPEZ
SECRETARIO DE LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA
RODRIGOGUERRA@MAC.COM

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