LA ENCERRONA

Inestabilidad en el reino

Así, Liz Truss no pudo con las externalidades negativas, con un Partido sin visos de consensos y con una sociedad británica cada día más dividida

OPINIÓN

·
Adriana Sarur / La Encerrona / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

"No puedo cumplir el mandato por el que fui elegida". Liz Truss

Hablar de inestabilidad económica y política habitualmente se enfocaba en los años 90 o principios del nuevo milenio en países del continente africano, del sureste asiático y de latinoamérica, es decir de naciones con democracia en ciernes o con un clima social en constante ebullición. En la actualidad podemos observar en los países mencionados que gozan de las bases democráticas y economías en vías de desarrollo (excluyendo a Venezuela, Cuba o Nicaragua) con los altibajos propios de su historia reciente. Sin embargo, la nota al respecto ahora la están dando democracias que desde hace décadas creímos consolidadas.

En las últimas semanas hemos observado los golpes de timón que se han dado en Suecia, Italia o Finlandia. Los países nórdicos dando un giro inesperado al solicitar de manera expedita su integración a la OTAN, muy en contra de sus tradiciones no beligerantes y, en el caso italiano, -cuna de la ciencia política moderna-, eligiendo a una presidenta con un perfil fascista no visto desde Mussolini… ¿qué pensaría Bobbio o Mosca? De igual manera, algo ha cambiado en la democracia del Reino Unido que desde Tony Blair no encuentra la estabilidad característica del gobierno británico.

Después de Blair, los inquilinos del número 10 en Downing Street han tenido más flujo que un departamento en renta en la colonia Roma. Gordon Brown fue el laborista quien entregó la estafeta al Partido Conservador en manos de David Cameron, quien por un mal comentario en un mal momento colocó a la Gran Bretaña en la encrucijada del Brexit, situación que no solo lo absorbió a él, también alcanzó a su sucesora, Theresa May, quien tampoco pudo amainar la bipolaridad de la sociedad inglesa. Posteriormente, con un discurso desfachatado, Boris Johnson arribó a este domicilio, el llamado “Trump británico”, gobernó de manera turbulenta el navío de Reino Unido y solo pasará a la historia por ser el último primer ministro que vieron los ojos de la reina Isabel II.

Tras la dimisión de Johnson y en medio de un revuelto Partido Conservador quienes no lograban el consenso necesario para seguir al frente del parlamento y no llamara a elecciones generales, en septiembre hubo humo blanco y quien llegó al cargo más importante en la política británica fue la Secretaria de Relaciones Exteriores en la administración de Jhonson, Mary Elizabeth Truss. Una mujer quien ha fincado su ascenso gracias a los cargos dentro de la administración pública más que en la política y a quien se le ha señalado por su escasa expertise en este rubro y a quien los augurios no la beneficiaron.

Así, Liz Truss no pudo con las externalidades negativas, con un Partido sin visos de consensos y con una sociedad británica cada día más dividida. Además de estos factores nada sencillos, la gota que derramó el vaso fue un paquete económico inadecuado para el momento, mismo que llevó a la libra esterlina a sus niveles más bajos en 37 años, por lo que solo después de 45 días en el cargo presentó su renuncia ante el rey Carlos III, quien la aceptó sin chistar. La hoy ex primera ministra Truss escribió su nombre en los libros de historia por ser la ministra que menos tiempo duró en el cargo en toda la historia de Reino Unido. Hoy, quien ocupa la residencia oficial en Downing Street es Rishi Sunat, Primer Ministro con ascendencia india, segundo en el reinado de Carlos III y, quizá, quien pueda devolver la estabilidad al gobierno del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

POR ADRIANA SARUR
ADRIANASARUR@HOTMAIL.COM
@ASARUR

PAL