COLUMNA INVITADA

La crisis de 13 días de 1962, ¿se repite en 2022?

Días previos Osvaldo Dorticós –a la sazón Presidente de Cuba, a partir del triunfo castrista– ya develaba la tenencia de armas nucleares en un discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En el transcurso de un frío y nefasto mes de octubre de 1962 se desencadenó lo que fue –hasta ese momento– el conflicto prebélico más importante entre las dos superpotencias surgidas de la Segunda Guerra Mundial: la crisis de misiles en Cuba, tal vez uno de los episodios más emblemáticos en la historia de la Guerra Fría.

Tras el fracaso de Bahía de Cochinos un año antes, los Estados Unidos de América confeccionaron la Operación Mangosta con la finalidad de derribar el gobierno revolucionario de Fidel Castro. Mientras que los soviéticos, por otra parte, elaboraron la Operación Anádir enfocada en instalar en la isla caribeña la infraestructura necesaria de un sistema balístico de misiles a pocos kilómetros del territorio estadounidense –Florida, para ser más precisos–. La justificación soviética de realizar algo tan arriesgado fue corresponder a la acción norteamericana de establecer un sistema de misiles tanto en la entonces República Federal de Alemania y en Turquía, países cercanos al “espacio vital” de la esfera de influencia soviética y del propio territorio ruso.

No sólo fue un estire y afloje de acciones militares, sino un duelo retórico y discursivo de ida y de vuelta. Para el 22 de octubre, el presidente Kennedy ordenó una cuarentena y un cerco naval a Cuba, aunque con la finalidad de evitar un holocausto nuclear y un ataque aéreo a la isla, los Estados Unidos no descartaron la posibilidad –bastante real– de confrontar vis a vis a los soviéticos. Éstos, por otra parte, y por conducto de Nikita Kruschev, respondieron ambiguamente –más por las urgencias, que por estrategia– entre el retiro de los misiles, pasando por ponerle fin al bloqueo y hasta una respuesta más grave de confronta bélica.

Días previos Osvaldo Dorticós –a la sazón Presidente de Cuba, a partir del triunfo castrista– ya develaba la tenencia de armas nucleares en un discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas: “Nosotros tenemos también, naturalmente, nuestras armas inevitables, esas armas que preferiríamos no haber tenido que procurarnos y que deseamos no tener que utilizar nunca”.

Parece que el dilema moral lo reflejaba el propio Fidel Castro, ante la inminencia de una invasión americana: “Si ellos [los norteamericanos] llegan a realizar un hecho tan brutal y violador de la ley y la moral universal, como invadir Cuba, ese sería el momento de eliminar para siempre semejante peligro, en el acto de la más legítima defensa, por dura y terrible que fuese la solución, porque no habría otra”.

Trece días de 1962 que nos pusieron temblar a todos con ese temor frío que recorre el ánimo ante la posibilidad de un holocausto nuclear, pero que se pudo resolver en los mejores términos para todo el mundo.

Sin embargo, sesenta años después la historia se repite e inspira la retórica de Vladimir Putin ante los escasos avances de su invasión a Ucrania, en donde las simulaciones diplomáticas y plebiscitarias no resultan. Por lo que el clamor al miedo nuclear parece ser la alternativa que pende como un verdugo –nuevamente– sobre la Humanidad.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

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