COLUMNA INVITADA

Secretos a voces

Esos secretos lo único que provocan es mayor miedo a denunciar hacia las víctimas, pero también empodera a los agresores, sintiéndose intocables o incluso que su conducta es permitida, porque la propia sociedad no se alarma

OPINIÓN

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Diana Murrieta / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En los últimos años hemos podido constatar que los agresores se encuentran en cualquier lado, anteriormente la premisa nos puntualiza que los agresores tenían un estereotipo físico, mental, social y económico; y creo que ahora podemos reconocer que eso era totalmente falso.

Un agresor puede estar en cualquier espacio y adoptar cualquier figura, pudiendo ser un familiar, compañero de trabajo, amigo, esposo, así como un completo desconocido; las mujeres hemos sido vulneradas en prácticamente todos los espacios en los que nos desarrollamos y que las líneas borrosas siempre alimentan los abusos de poder y los silencios.

La violencia ha sido normalizada, es un componente altamente estigmatizado pero también ha formado una especie de culpabilidad, por décadas sentíamos que era nuestra culpa en vestir, en ir, en hablar o en responder ante ciertas circunstancias, porque la cotidianidad nos enseñó que la culpa de una agresión en nuestra contra éramos nosotras mismas.

Los “secretos” se refieren a este tipo de práctica conocida por un número limitado de personas, cuando aunamos el componente “a voces” justamente anula el sentido principal del secreto, es decir, podría definirse como una práctica que debía ser limitada pero en realidad es de dominio público, este tipo de secretos se encuentran en todos los espacios, desde los perfiles y círculos más exclusivos hasta en los núcleos de nuestras familias.

Analizando específicamente los secretos a voces en la esfera de las agresiones en contra de una mujer es común escuchar después de un me too múltiple o una denuncia única, los comentarios: “yo sí le creo porque yo había escuchado que hacía eso,” “no me sorprende, en algún momento le iba a salir,” “eso se sabía desde 2001, yo escribí de eso,” y entonces viene la pregunta evidente ¿Si sabían por que nadie hablaba? Esos secretos lo único que provocan es mayor miedo a denunciar hacia las víctimas, pero también empodera a los agresores, sintiéndose intocables o incluso que su conducta es permitida, porque la propia sociedad no se alarma.

6 de cada 10 mujeres en este país han sufrido violencia, 98.6% de los delitos sexuales en México no se denuncian, tenemos los índices más altos de impunidad y corrupción pero la carga continua siendo de la propia víctima. Considero que la violencia es tan estructural que necesita de demasiados componentes para que continúe vigente y uno de los mayores es el silencio y no precisamente de las víctimas sino de todxs.

En el momento que comprendamos nuestra responsabilidad en el problema tan trascendental que es la violencia, eliminaremos la revictimización y nos daremos cuenta que la denuncia es solamente una parte de la totalidad, también están los secretos a voces, las redes de apoyo, la justicia y las reparaciones integrales, porque al final todxs formamos parte.

Rechacemos los secretos a voces, condenemos y rompamos con la cadena de sufrimiento que conlleva una práctica reiterativa en contra de algunas, o decenas, o cientos de mujeres.

POR DIANA MURRIETA
PRESIDENTA Y FUNDADORA DE NOSOTRAS PARA ELLAS, A.C.
DIANA.MURRIETA@NOSOTRASPARAELLAS.ORG
@DIANAMURRIETAM

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