CASCABEL AL GATO

De la libre competencia a la guerra comercial. La globalización neoliberal en crisis

En la secuencia que va de las protestas del euromaidan en 2013 a la anexión de Crimea

OPINIÓN

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Adrián Velázquez Ramírez / Cascabel al Gato / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En la secuencia que va de las protestas del euromaidan en 2013 a la anexión de Crimea un año después se encontraba larvada la actual crisis global. Las consecuencias del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania todavía no se desarrollan por completo, pero todo apunta a que marcará un punto de inflexión en el orden global.

Hacia finales del siglo pasado, el término globalización ocupó un lugar central en el discurso público. Las bibliotecas universitarias se inundaron con best selleres que, sin embargo, reproducían acríticamente una misma mitología. Éramos testigos del inevitable arribo histórico de un orden global que, basado en la libre competencia, nos llevaría a una integración sin parangón en la historia de la humanidad.

Hoy, mirada desde su crisis, sabemos con certeza que esta forma de concebir las relaciones internacionales no era la culminación de un largo procesos histórico, sino un proyecto político y económico que hoy parece estar agotado y del cual sus principales promotores parecen desdecirse.

Una de las premisas centrales de la globalización neoliberal es que se le asignó al libre comercio una verdadera tarea civilizatoria. Los tambores de la guerra dejarían de sonar a favor de una estricta competencia comercial que arrogaría como efecto colateral un aumento en la calidad de vida de todas las naciones. Habíamos alcanzado el paraíso.

Que el gobierno de Putin haya decidido priorizar su ímpetu expansionista en detrimento de su posición estratégica como proveedor de energía a Europa es un duro despertar para los que abrevaron a esta premisa. Sin embargo, es en las tensiones entre China y Estados donde el agotamiento de esta expectativa queda más en evidencia.

En efecto, la “guerra comercial” con China se parece más a un híbrido entre competencia y combate militar que a ese manso paraíso que nos prometió la globalización a principios de siglo. La sobre adaptación mostrada por China le permitió volverse un imperio comercial. No es coincidencia que la potencia norteamericana busque ahora a cambiar las reglas del juego que por mucho tiempo promovió. Con el partido sobre la hora, el gigante de occidente decide llevarse la pelota a su casa.

La marejada de consecuencias de la actual coyuntura ya se deja sentir con fuerza en el viejo continente, donde el invierno será duro. La propia idea de una gran Europa parece resquebrajarse. Seguiremos viendo a la extrema derecha cosechar triunfos ante una socialdemocracia que perdió cualquier capacidad creativa para darle contenido al malestar acumulado por las promesas incumplidas por la globalización.

Pero la crisis de esta forma de globalización no significa necesariamente un repliegue domestico ni mucho menos la renuncia a las banderas que abogan por una mayor cooperación internacional. La pandemia mostró cuán indispensable es pensar nuevos y mejores organismos multilaterales. Es necesario proyectar una forma de integración global que no se prologue ni en la guerra ni en la competencia comercial sino en la solidaridad entre los pueblos.

POR ADRIÁN VELÁZQUEZ RAMÍREZ
COLABORADOR
@ADRIANVR7

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