POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

MONDIACULT 2022: triunfo del espíritu humano y de México

A pesar de nuestros fracasos y retrocesos en tantas esferas de nuestra vida colectiva, que registra la historia, desde hace mucho tiempo tenemos conciencia de nuestra riqueza cultural

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

México es una potencia cultural. Poseemos una enorme riqueza cultural heredada, es cierto, pero aquí se sigue produciendo cultura. Es contemporánea nuestra renovación a través del arte y la arquitectura, el cine, la gastronomía, las letras, la música, la pintura, el teatro, la cultura popular, o la transformación digital.  Esta bendita tierra sigue inspirando al espíritu humano. 

Desde hace milenios, en el territorio que hoy ocupa la república mexicana han florecido grandes culturas. Como todos los pueblos de la tierra, incluyendo a aquellas naciones que hoy no lo reconocen, nuestros ancestros fueron migrantes. Pero nosotros tuvimos la fortuna de que en nuestro suelo floreciera su espíritu, su cultura, eso que la UNESCO ha definido como “el conjunto de los rasgos definitivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social, y que engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.

A pesar de nuestros fracasos y retrocesos en tantas esferas de nuestra vida colectiva, que registra la historia, desde hace mucho tiempo tenemos conciencia de nuestra riqueza cultural, y nuestro deseo de compartirla con las manifestaciones espirituales de otros pueblos, cercanos o de lejanas latitudes. Eso explica por qué, desde hace muchas décadas, México tiene una diplomacia cultural de excelencia.

Cuando se fundó la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura -la UNESCO-, en Londres, en noviembre de 1945, México estaba presente, unido a otros cuarenta y tres países, promoviendo la renovación del espíritu humano, después de la hecatombe de la segunda guerra mundial. 

México depositó su fe en que a través de la educación y la cultura se podrían prevenir los conflictos y las guerras, como reza el preámbulo de la  constitución de la UNESCO…“puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”. Grandes mexicanos, como Jaime Torres Bodet y Manuel Martínez Báez, formaron parte del grupo de arquitectos de aquella nueva organización internacional. 

Con la misma esperanza México hizo algunas aportaciones fundamentales a la Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada en París en diciembre de 1948, entre ellas el derecho de todas las personas a un “recurso efectivo” frente a actos arbitrarios de la autoridad, o sea, el derecho de amparo. Pero también contribuyó a que los artículos 26 y 27 de la Declaración afirmaran el derecho de toda persona a la educación, a la vida cultural, y “a la protección de los intereses morales y materiales por la producción de obras científicas, literarias o artísticas”. 

Imposible mencionar todas sus contribuciones, pero a lo largo de varias décadas México ha sido uno de los mayores contribuyentes a la obra normativa de la UNESCO, ya sea para la cooperación y la diversidad cultural, la preservación del patrimonio cultural, la promoción de la cultura tradicional y popular, y las medidas para impedir la sustracción, tráfico y comercio ilícitos de bienes culturales.   

Pero hoy vivimos tiempos inciertos. El futuro no está asegurado. Al cierre de 2022, atravesamos una cadena de crisis, todas graves y profundas. La pandemia del COVID19 no acaba de irse, dejó una recesión económica y una recuperación irregular cuyos efectos perduran en muchas regiones del planeta. Este año, la invasión rusa de Ucrania, nos ha aproximado al momento de mayor peligro en sesenta años. Y como telón de fondo, inmutable, pero creciente, la emergencia climática y la destrucción de la biodiversidad. Es una crisis civilizacional. Solamente saldremos adelante si nos aferramos a lo más preciado que resguarda el corazón humano: su cultura.

Por eso es notable que, en medio de en este mar de aguas tan amenazantes, los ministros de cultura de todos los países, sin excluir a nadie, se hayan reunido en México hace unos días, cuarenta años después de la histórica conferencia MONDIACULT, que también tuvo lugar en nuestro país, en 1982.

MONDIACULT 2022 representa una de las mejores causas de la humanidad: la convicción compartida de que la cultura, al igual que en 1945, nos puede redimir. Durante dos años de trabajos previos, en que el embajador mexicano, Juan José Bremer tuvo una destacada participación, la UNESCO mantuvo encendida la llama de la esperanza con una diplomacia cultural silenciosa, en medio de una pandemia y conflictos violentos en muchas regiones del mundo.   

La Conferencia aprobó, por unanimidad, una Declaración que afirma que la cultura es “un bien público mundial”, al que todas las personas deben tener acceso. También pide al Secretario General de las Naciones Unidas que integre a la cultura “como un objetivo específico en sí mismo en la agenda para el desarrollo sostenible más allá de 2030”. El llamado es firme: la cultura debe formar parte de todas las políticas públicas. Sin cultura, no habrá un verdadero desarrollo sostenible, pacífico e incluyente, en donde quepamos todos. El éxito de MONDIACULT 2022 es una noticia fresca, esperanzadora.

https://www.unesco.org/sites/default/files/medias/fichiers/2022/09/6.MONDIACULT_ES_DRAFT%20FINAL%20DECLARATION_FINAL_1.pdf

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS ES PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY
@MIGUELRCABANAS
MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX   

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