ARTICULISTA

Fernando González Gortázar

Uno de los intereses centrales en la vida del arquitecto y artista, fue la preservación de la herencia histórica cultural, y del patrimonio

OPINIÓN

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Bernardo Noval / Articulista / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La obra arquitectónica de Fernando González Gortázar convirtió a la ciudad en una obra de arte que cambió totalmente el paisaje, demostrando que todavía es posible realizar una especie de poesía congelada y dinámica. Considerado en el ámbito contemporáneo como uno de los arquitectos más completos e importantes del país y de Latinoamérica, creó una propuesta que fusionó el dinamismo expresivo de la escultura con la arquitectura con el fin de transformar espacios y dotarlos de una personalidad única.

Ciertamente su obra no es numerosa, además de poco conocida por el público en general, ya que ha tenido mayor éxito y difusión su creación de carácter monumental. Sin embargo, su trabajo no es ajeno al gremio de los arquitectos, quienes lo reconocen como un gran proyectista y constructor. Sus propuestas en arquitectura, urbanismo, escultura y ambientales se armonizan con otras disciplinas y se retroalimentan sin perder su autonomía; están finamente compuestas, son equilibradas y poseen una enorme belleza que reivindica la vocación de servicio de este artista que siempre se preocupó por colectivizar, enriquecer y humanizar los espacios que rodean a los seres humanos. Tal y como él aseguraba: “las ciudades y las piezas que la componen deben ser funcionales y eficaces, desde luego; pero también hermosas, justas y -sobre todo- alentadoras: cuando uno las recorre y las habita, algo bueno debe ocurrir en el alma”.

Con una gran trayectoria dedicada al arte, la arquitectura y la militancia social, González Gortázar mostró el lado sensible y humano de un hombre considerado como utopista, soñador, romántico y desde luego multifacético. Este creador de espíritu renacentista, a quien Monsiváis nombró “el último de los románticos”, creyó firmemente que uno de sus sueños o proyectos inalcanzables era hacer un jardín, un jardín que llenara sus días, todos sus sentidos y su tiempo; un jardín que le permitiera el contacto permanente con sus dos pasiones fundamentales: la naturaleza y el arte.

Uno de los intereses centrales de su vida fue la preservación de la herencia histórica cultural, así como del patrimonio natural y ecológico. Obtuvo quizá sus primeras lecciones de ética y estética gracias a la entrañable amistad que tuvo con Luis Barragán y Mathías Goeritz, quien fuera su maestro, cambiando su percepción que tuvo del arte, la cultura y la sociedad. Y, de la mano con su carrera arquitectónica, escribió varios libros y dio conferencias en instituciones alrededor del mundo.

Entre los reconocimientos que obtuvo por su amplia trayectoria se listan la Medalla Bellas Artes otorgada por el INBAL (2014), la Medalla José Clemente Orozco que otorga el gobierno del estado de Jalisco; además del Gran Premio Henry Moore del Hakone Open-Air Museum en Japón; el América de Arquitectura en 2009 y el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2012, en el rubro de Bellas Artes.

Su legado deja huella en las obras que el arquitecto construyó en la Ciudad de México y de Guadalajara, así como de Japón y España, abriendo la puerta a una realidad posible donde la inspiración se revalora, rescatando los valores de pertenencia y goce ciudadano. A lo largo de su vida comentaba el arquitecto que cada etapa o edificio nuevos reflejan “lo que voy siendo con el paso de los años”, porque toda obra es autorretrato y si no, es plagio.

POR BERNARDO NOVAL
CEO MUST WANTED GROUP
@BERNIENOVAL Y @MUSTWANTEDG

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