Se cumple un año de la presidencia de Joe Biden. El triunfo del demócrata en 2020 pareció devolver la cordura al liderazgo de la nación más poderosa del mundo, y la elección de la primera vicepresidenta mujer y de color recordó la vigencia del sueño americano. Un año después los resultados han sido mixtos para un presidente enfocado en deshacer los entuertos de su predecesor, en medio de la doble crisis económica y sanitaria que vive el mundo.
Electo con el mayor número de votos de la historia (más de 80 millones), Biden inició su mandato con un modesto 56% de aprobación que ha venido cayendo hasta el 42% actual. Lejos de la popularidad que tuvieron Bush hijo u Obama pero, en su descargo, mejor que Trump que llegó a su primer aniversario con 35% de respaldo popular.
En el frente exterior, Biden ha encabezado la reconexión de Estados Unidos al mundo, a las causas globales como la Conferencia de París, a las alianzas históricas como la OTAN y regionales como el TMEC. Sin embargo, cometió un costoso error con el caótico retiro de Afganistán y está enfrentando serios problemas para contener las amenazas invasoras de Rusia y China, así como las constantes provocaciones de los nuevos amigos Putin y Xi Jinping.
Los triunfos de la izquierda radical en Latinoamérica podrían ocasionar otro dolor de cabeza, al tiempo que no cesa el flujo de migrantes del Triángulo del Norte y México. En el ámbito doméstico, Biden tuvo un éxito temprano con su plan de vacunación masiva, pero el surgimiento de Ómicron y la resistencia de 40% de población elegible para vacunarse tienen al país en nuevo récord de contagios y altas hospitalizaciones. La estrecha aprobación de dos paquetes de rescate dio respiro a los estadounidenses e impulso al empleo, pero la inflación más elevada en treinta años está presionando las finanzas de los hogares.
El riesgo mayor, no obstante, es la permanente confrontación y fractura de la sociedad americana. Un año de intentos conciliatorios de Biden es muy poco para superarlas y las inminentes elecciones intermedias sólo profundizarán la polarización. Aun sin el megáfono de las redes sociales, Trump sigue machacando el discurso del fraude electoral, que permea entre sus seguidores a pesar de la falsedad demostrada. Como dice James McAuley, evocando el affaire Dreyfus, para esta gente la verdad es irrelevante, sólo les importa preservar sus ideas, independientemente de los hechos.
Los republicanos atizarán la división y la imagen de debilidad de un mandatario fuera y dentro de las fronteras de su país.
Si no prosperan las investigaciones en su contra, Donald Trump volverá con fuerza en 2024. Los eventos del asalto al Capitolio mostraron la fragilidad de las instituciones democráticas y mandaron una señal de alerta. Sobrevivieron una vez, pero difícilmente resistirán una nueva embestida de esa naturaleza.
POR VERÓNICA ORTIZ
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MAAZ