LÍNEA DIRECTA

La obsesión

En el México del priismo hegemónico, la ley se adaptaba a las necesidades del Presidente en turno

OPINIÓN

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Ezra Shabot / Línea Directa / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Todo aquel que se encumbra en el poder genera una idea fija sobre la cual pretende trascender una vez que abandone el timón de mando. Para algunos, la construcción de ciertas obras se convierte en esa obsesión por trascender más allá de su periodo de gobierno, y para otros el objetivo es mantenerse presente personalmente de una u otra forma a lo largo del tiempo.

Así se decía que el “salinismo” duraría 20 años, en ese intento por reformar de tajo la estructura económica del nacionalismo revolucionario y garantizar la modernización en el marco de una democracia restringida sin posibilidades de alternancia política. La obsesión de Salinas terminó con el asesinato de Colosio y la llegada de Fox y los panistas, quienes junto con Calderón y Peña Nieto le dieron continuidad al proyecto económico, pero no así al autoritarismo que pretendía mantener como garantía de estabilidad.

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El triunfo de López Obrador y Morena en 2018 cambió la ecuación por completo. Al igual que Salinas, la obsesión de AMLO por trascender su sexenio radica en lo que llama el cambio de régimen, que para él representa el retorno al modelo centralizado del presidencialismo absoluto, y la reconstrucción de una economía lo más proteccionista posible, con un Estado como rector y controlador de las variables económicas.

Por supuesto que para lograrlo se enfrenta a muchas resistencias propias del proceso democratizador de las últimas décadas. Pero la obsesión de López Obrador con el INE como institución data del 2000, cuando estuvo a punto de verse impedido a competir por la jefatura de gobierno del entonces D.F., a causa del incumplimiento del requisito de residencia. La obsesión se agudizó con el mito del fraude electoral de 2006 y su extensión para 2012.

En el México del priismo hegemónico, la ley se adaptaba a las necesidades del presidente en turno, y es precisamente eso lo que se pretende ahora. El INE, encabezado por Lorenzo Córdova, es uno de los últimos bastiones del entramado autónomo que se construyó para contener al primer mandatario. Por ello la obsesión por destruirlo y convertirlo en un órgano adyacente a la estructura política de control, condición indispensable para manejar la elección de 2024.

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Si finalmente para el próximo año, el Instituto Nacional Electoral se transforma en un espacio alineado al Poder Ejecutivo, ya sea por una reforma electoral, o por la designación de consejeros serviles al Presidente, se terminará de echar por la borda la base legal sobre la que todavía se sustenta la democracia mexicana, y entonces, habrá que empezar de nuevo de cero.

POR EZRA SHABOT
EZSHABOT@YAHOO.COM.MX
@EZSHABOT

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