MALOS MODOS

No miren arriba

En el entendido de que la posteridad es caprichosa y luego toma decisiones incomprensibles, es cierto que la película más comentada del fin de año

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En el entendido de que la posteridad es caprichosa y luego toma decisiones incomprensibles, es cierto que la película más comentada del fin de año, junto con la de El Hombre Araña, No miren arriba, difícilmente entrará a la lista de los clásicos. Tiene, sin embargo, una ventaja sobre muchas otras, al menos a ojos de los espectadores más relajados: no lo pretende, y esa es probablemente la primera razón de que funcione. Porque funciona.

Dirigida y escrita por el guionista, productor y realizador Adam McKay, fogueado en Saturday Night Live y mancuerna creativa del siempre delirante, genial a ratos Wil Ferrell (han hecho juntos la trilogía de Rob Burgundy, Policías de repuesto y La casa de mi padre, entre otras), Don’t Look Up está pensada como un mosaico extendido de la imbecilidad contemporánea en clave de sátira. Y lo es. La anécdota central es mínima.

Dos astrónomos sin mucho prestigio que digamos (Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, francamente graciosos) descubren que un asteroide gigantesco viene a destruir nuestro planeta: nos quedan seis meses. El asteroide es un problema, claro, pero no el más grave. El más grave es la humanidad, hoy.

El visitante del espacio encuentra a los Estados Unidos en manos de una presidenta populista extremadamente irresponsable (Meryl Streep, que se la pasa muy bien en ese ejercicio de sobreactuación voluntaria como una versión femenina de Trump), lista para rifársela con la extinción masiva en nombre de su popularidad (¿les suena?), y un empresario de la tecnología mesiánico y más tonto de lo que pensaríamos (Mark Rylance, en un permanente estado como de sobredosis de yoga y meditación).

Pero no son solo ellos: es una masa de millones de personas dispuestas a tragarse las mentiras dichas desde el gobierno; son los millones de negacionistas dispuestos a eso, negar lo que ven sus ojos; son los medios con su frivolidad; son las figuras del show busines (aplauso para Ariana Grande por su vena autoparódica).

Con un humor directo y socarrón, la película se apoya en un elenco que suma a su majestad Cate Blanchett, a Ron Perlman o a Jonah Hill, entre otros, y, lo dicho, llega a puerto. De veras, no hay que enredarse mucho. No todo tiene que chapotear en las aguas de Cannes y la crítica especializada.

Lo que tendrán enfrente, si se deciden a verla, digamos, como para la cruda y el re-recalentado, es el noble espectáculo de la inteligencia puesta a juguetear y a no tomarse en serio, muy en la línea de películas como la noventera Marcianos al ataque, de Tim Burton, otra sátira con apocalipsis de fondo y un elenco variopinto de muchos millones de dólares.

No hace falta más: cine sin pedanterías, directo, como para una tarde melancólica de encierro, consagrada –ya que estamos con espíritu milenarista– a evitar la variante Ómicron.

 POR JULIO PATÁN
COLUMNISTA
@JULIOPATAN09

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