Después de casi dos años de pandemia el planeta empieza a padecer sus estragos, notablemente una economía vapuleada, que no ha podido recuperarse y que hoy amenaza con un problema inflacionario que requiere atención inmediata.
Las disfuncionalidades derivadas de la pandemia y el reencauzamiento económico hacia la normalidad, incluso una política de más gasto público, han derivado en una mayor demanda de bienes y servicios, lo que a su vez ha repercutido en crecientes costos a todos niveles - energía, transporte, salarios, proveeduría de materias primas, alimentos, etc-, y al final de 2021 en tasas inflacionarias que no se habían experimentado en dos o tres décadas y ponen en riesgo una rápida recuperación.
Los bancos centrales han empezado a revertir la tendencia de bajas tasas de interés, para frenar el incremento de precios, lo que es un aviso de incertidumbre a nivel global. Curiosamente a lo largo del 2021, las autoridades monetarias indicaban que los brotes inflacionarios eran solo pequeñas burbujas, producto de una demanda internacional que empezaba a reactivarse y pronto desaparecerían. La realidad es que el control de la inflación tardará más tiempo que lo previsto, y se hacen urgentes medidas para evitar que se torne en el próximo “econovirus”, también muy difícil de erradicar.
Los riesgos económicos que enfrentamos son grandes y se han exacerbado en los últimos meses debido a la falta de acoplamiento en cadenas productivas que frenan los ciclos de producción, el incremento en el precio de los energéticos, los zipizapes políticos y comerciales entre las grandes potencias y, para colmo de males, la aparición de nuevas modalidades del coronavirus como el Ómicron.
Frente a dichos acontecimientos, el punto nodal de la situación actual es evitar a toda costa un proceso de “estanflación”, es decir, estancamiento económico e inflación al mismo tiempo, pues llevaría al mundo a un proceso recesivo que toma tiempo en ser revertido.
Autoridades monetarias de diversos países y altos funcionarios del propio Fondo Monetario Internacional (FMI), insisten en que se trata de un proceso transitorio que será controlado con el tiempo. Pero ¿cuánto tiempo? Si este fenómeno se alarga generará incertidumbre para el inversionista y pobreza para los trabajadores, sobre todo aquellos con ingresos fijos, no se diga para los desempleados.
En el caso particular de México, con un compromiso de décadas en el proceso globalizador y ratificado con la firma del T-MEC (Dic. 2019), urge una reactivación económica soportada por un estado de derecho modernizado y competitivo que ofrezca certidumbre a la inversión privada nacional y extranjera, sin duda, la mejor receta para evitar los estragos de un proceso inflacionario.
¡Feliz año apreciables lectores¡
POR AGUSTÍN GARCÍA VILLA
ANALISTA ECONÓMICO
ORBE@ELHERALDODEMEXICO.COM
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