LA NUEVA ANORMALIDAD

Discurso de odio y discurso odioso

Creo, con Judith Butler y Eve Kosofsky Sedgwick, que el género no es (sólo) biológico, ni (sólo) físico

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Primero lo primero: disiento de la visión del diputado Gabriel Quadri respecto a la comunidad trans y a las reformas constitucionales para su protección que aguardan su discusión legislativa. No creo que sea posible calificar de ideología la condición trans: es una suma de identidades articuladas a partir de factores menos buscados que asumidos y, como todas las identidades –incluidas las de hombre y mujer cisgénero–, resulta de un constructo en que tanto la biología como la voluntad juegan un papel, sí, pero no único.

Aun cuando difícilmente diré “personas con vagina” –me parece que la palabra “mujer” engloba a toda aquella que se asuma tal–, no creo que la comunidad trans pretenda invisibilizar a las mujeres ni robarles derechos, ni que sea enemiga del movimiento feminista. (Toda lucha por la diversidad sexual es, de hecho, parcialmente heredera del feminismo, primera corriente en postular la existencia de derechos ligados al género y al sexo.) Finalmente, no puedo, como el diputado Quadri, equiparar la comunidad trans con “hombres vestidos de mujer” –aun si en sus filas se cuentan también travestis– porque creo, con Judith Butler e Eve Kosofsky Sedgwick, que el género no es (sólo) biológico ni (sólo) físico.

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Dicho esto, me parece que asiste a Quadri el derecho de argumentar su postura y que, al hacerlo, no incurre en “discurso de odio”, definido por la ONU como “todo tipo de comunicación… que ataque o use lenguaje peyorativo o discriminatorio con referencia a una persona o a un grupo con base en su religión, etnicidad, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otro factor identitario”. Concedo que su argumentación y su forma de expresarla puedan ser odiosas –a mí me lo resultan– pero también en que eso debe costarle a lo sumo simpatías (acaso electorales) pero no su bien ganado cargo como legislador (como pretende el diputado Mario Delgado).

Más aún: en esta historia –la del programa de CNN del que Quadri fuera sacado del aire– no hay un odioso sino dos, donde el otro sería el conductor Camilo Egaña, cuyo comportamiento incluyó celebrar la existencia de baños públicos trans (que negarían el género elegido por las personas) a los que presuntamente él podría entrar (lo que lo colocaría a mujeres trans en situación de compartir un espacio íntimo con hombres desconocidos), espetar a Quadri que “para esta sociedad son un problema las personas que piensan como usted” antes de llamar a evitar las “descalificaciones personales”, decirle que se fuera a “Tepito Televisión” –silogismo fallidísimo con el que equiparara el origen de clase bajo a los presuntos malos modos y éstos a la transfobia– y, tras sacarlo del aire, rematar con un “hablando se entiende la gente” triunfal.

Así la política, así el periodismo, así el (odioso) mundo en que vivimos.

POR NICOLÁS ALVARADO
COLABORADOR
@NICOLASALVARADOLECTOR

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