La oportunidad para enfrentar exitosamente las crisis ambientales y sociales en las que estamos inmersos presenta un límite temporal del orden de la década. No tenemos tiempo que perder, y hay todo un universo de posibilidades por explorar. Los efectos e impactos del cambio climático, hoy en día innegables e incipientes, serán más severos en países con extrema inequidad social. Para los países en vías de desarrollo, en donde existe una alta dependencia de empleos informales, precariedad y carencia de servicios e infraestructura, el riesgo para sus pobladores y ecosistemas asociados es constante y poco monitoreado. México es altamente vulnerable, puesto que es afectado por diversos fenómenos de riesgo, principalmente geológicos e hidrometeorológicos, incrementándose estos últimos por el cambio climático. La vulnerabilidad se agudiza al contemplar los datos que reportó el Coneval para el año 2020, donde 43.9% de la población se encontraba en situación de pobreza.
No es suficiente mitigar el cambio climático, se requiere adaptarnos, anticipar lo incierto e incrementar la capacidad de resiliencia. Es importante que el conocimiento técnico y científico se vinculen estrechamente con las poblaciones vulnerables, para dimensionar los riesgos, así como las oportunidades para hacerles frente de manera eficaz y colectiva. Se requiere reconocer el pluralismo y la diversidad de sistemas de valores de comunidades vulnerables, para fortalecer sus niveles de autoorganización, y fomentar la creación de redes de apoyo a diversas escalas. Es necesario conciliar enfoques y definiciones para actuar integral y sistémicamente, considerando no sólo el manejo del riesgo que supone el cambio climático, sino los factores que lo agravan. Hemos abordado el riesgo desde un enfoque más de respuesta que desde una visión proactiva y preventiva, necesaria para construir capacidades frente a la inestabilidad e incertidumbre.
TE PUEDE INTERESAR: Se trata de descarbonizar el planeta; urgen entendimiento y acción
La pandemia nos ha presentado escenarios extremos que vulneran lo que más valoramos: la salud y la vida. Se han presentado impactos y turbulencias y como en cualquier crisis de escala mundial, se han requerido medidas políticas, sociales y económicas extraordinarias. El paradigma que define el rango de lo que es factible y aceptable en el discurso político público en determinado momento se conoce como la “ventana de Overton”. El COVID-19 modificó y amplió dicha ventana, algo que no se ha logrado aún frente a la crisis climática. Aprovechemos la apertura de la ventana de aceptación y deseo de transformación para detener los procesos que alimentan una crisis aún más severa que la pandemia actual. Tenemos que ser capaces de desarrollar nuevos modelos, políticas e imaginarios mucho más justos, y sólo será posible si lo hacemos colectivamente.
POR ELENA TUDELA RIVADENEYRA
MAESTRA EN DISEÑO URBANO DE HARVARD GSD, PROFESORA DE LA FACULTAD DE ARQUITECTURA, DE LA UNAM, Y COFUNDADORA DE ORU, OFICINA DE RESILIENCIA URBANA
CAR
SIGUE LEYENDO