COLUMNA INVITADA

La cuarta ola y el regreso a clases

Desde el inicio de la pandemia, en materia educativa, nuestro país implementó uno de los cierres más prolongados del mundo: 53 semanas sin clases presenciales

OPINIÓN

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Emilio Suárez Licona / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

En las últimas semanas, la variante Ómicron ha irrumpido en la vida de México y el mundo, ocasionando un repunte en los contagios. Así, aún estamos experimentando su posible impacto en la capacidad hospitalaria nacional –tomando en consideración la posible gravedad de los casos con dicha variante– y a la luz del avance en la estrategia de vacunación. Las últimas cifras de contagios y sus efectos apuntan a que no la podemos subestimar y que debemos tomar las suficientes medidas precautorias para salvaguardar la debida capacidad operativa de las instituciones públicas. 

Desde la semana pasada nuestro sistema educativo nacional ha reiniciado actividades. Vale preguntarnos: ¿la educación será afectada nuevamente por la cuarta ola de COVID-19? Por lo pronto, al menos 12 estados anunciaron que el regreso a clases será virtual y la situación apunta a que no será hasta el próximo mes en que los alumnos podrán volver a las aulas de manera presencial. Otro ejemplo es Nuevo León, cuyos alumnos regresarán a clases en una modalidad hibrida, voluntaria y controlada, respetando en todo momento los protocolos sanitarios.

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Desde el inicio de la pandemia –con base en información del IMCO– en materia educativa nuestro país implementó uno de los cierres más prolongados del mundo. En total fueron 53 semanas de suspensión de clases presenciales. Lo anterior, no debería ser trivial si consideramos que, según estimaciones del Banco Mundial, el cierre de las escuelas y la educación a distancia tuvieron como efecto una reducción de 1.8 años de escolaridad. Sin duda cifras que incidieron además en la calidad en la impartición de la educación. 

De igual forma, el confinamiento ha provocado en la población en general, pero especialmente en los niños, consecuencias en la salud mental y la pérdida de habilidades socioemocionales y físicas, las cuales constituyen un eje neurálgico primordial en el desarrollo de las personas. Un ejemplo es el impacto marcado en el aumento en la tasa de suicidios en menores de edad, casos de violencia familiar y lesiones por violencia dentro de los hogares.

Dado dicho contexto global y nacional, así como una multiplicidad de indicadores sociales, la educación en México debe considerarse eje prioritario e inmediato en el diseño de políticas públicas del gobierno. Sólo así se podrá atajar un sinnúmero de retos –incluso prepandémicos– que se mantienen vigentes en la pandemia, como lo son: adaptar la impartición de clases a las nuevas tendencias del siglo XXI, reducir el rezago educativo y cuidar el desarrollo integral de niños y jóvenes (como la salud).

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A corto plazo, es esencial garantizar el regreso seguro de los alumnos. Una medida indispensable es el ampliar la estrategia de vacunación a los niños, niñas y adolescentes y consolidar los protocolos sanitarios. En el mediano y largo plazo, es preciso generar una estrategia de diagnóstico y regularización, que derive en herramientas de atención integral y personalizada en beneficio de alumnos y docentes. 

Los estudiantes son el presente y el futuro de México y es esencial eliminar las barreras que impiden que tengan acceso a educación de excelencia, así como disminuir la brecha digital y prepararlos para un futuro en que la tecnología, sus capacidades y talentos sean el motor del desarrollo social y económico de México.

POR EMILIO SUÁREZ LICONA
CONSULTOR Y PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD PANAMERICANA
@EMILIOSL

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