SER ES RESISTIR

Vi 'La Más Draga' por primera vez y sufrí más de lo que disfruté

Quienes hacen drag y recurran al machismo, misoginia o transfobia, serán tan criticables como quienes hacen comedia a costa de poblaciones vulneradas: ni divierten ni entretienen.

OPINIÓN

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La primera vez que vi RuPaul DragRace era 2017, gracias a la invitación de una conocida, quien gozaba horrores con cada uno de los episodios. Me pareció extraño, por decir lo menos, que disfrutara tanto el reality show cuando su discurso y postura ideológica cuestionaba la legitimidad de las personas trans y, más específicamente, de las mujeres trans. Pasaron los años y aunque claramente drag queens y mujeres trans no ocupamos el mismo espacio identitario, me pareció sumamente problemático que hubiese personas dispuestas a apreciarnos, aplaudirnos (y consumirnos) siempre y cuando seamos para su entretenimiento, pero no les parecemos lo suficientemente válidas como para respetarnos en el día a día, en su cotidianidad. 

Fue así que, aunque no de forma constante, seguí viendo RuPaul. Me regresé a las primeras temporadas y salté de mi silla en cuanto escuché que usaban la palabra “shemale” a modo de broma. Inmediatamente entré a Google y pude percatarme que para las temporadas más recientes, RuPaul ya había erradicado el uso de dicho término en tanto que es uno de los tantos que se usa para hablar de forma despectiva de las mujeres trans. Sentí alivio: porque no hay persona ni programa de televisión que esté exento de cometer errores ni de reproducir violencias en contra de grupos vulnerados, pero son pocos los proyectos que están dispuestos a reconocer su error y a corregir para ser mucho más respetuosos (o, al menos, para seguir vigentes y seguir obteniendo dinero). 

El reconocimiento y ajuste de errores no es algo por lo que brille La más draga, el reality show hecho en México y transmitido vía YouTube desde hace cuatro años en el que drag queens compiten por coronarse como la mejor drag del año. Ya en temporadas anteriores la polémica había perseguido al proyecto por la reproducción de estereotipos racistas (cuando Regina Bronx personificó a la India María) o, incluso, de índole más personal, tras los señalamientos de acoso sexual por parte de algunes de les integrantes del staff. Sin embargo, pareciera que a La más draga sólo le ha importado evolucionar año con año en lo que respecta a aspectos técnicos y de producción, porque en cuanto a su contenido continúan reproduciendo representaciones y discursos violentos en contra de distintos grupos sociales. 

“Tú sí te ves medio mujer biológica”, le dijo la drag Elektra Vandergeld a Leexa Fox en el más reciente episodio de La más draga. La frase me hizo saltar nuevamente del sofá. Y es que la presunta distinción entre “mujeres biológicas” y mujeres trans es algo con lo que constantemente se nos violenta a nosotrans. Ya saben: “las mujeres trans no son mujeres biológicas”, “no son naturales”, “son menos mujeres”, etcétera. ¿Qué somos entonces si no seres biológicos las mujeres trans?, ¿acaso somos robots, alienígenas? No podemos olvidar que el género es una construcción social, de ahí que no existan ni “mujeres biológicas” ni “hombres biológicas”, somos todxs seres humanos y seres sociales, seguir reproduciendo esos discursos no hace sino reforzar y validar las discriminaciones que vivimos a diario las poblaciones trans. 

Desafortunadamente, esta muestra de transmisoginia no es el único “tropiezo” de La más draga 4, pues tras la emisión de su episodio de estreno el programa fue acusado de apropiación cultural y violencia contra los pueblos originarios debido a un reto al que llamaron “La más folclórica”, que consistía en la interpretación drag de cada unx de lxs concursantes de algunos de los bailes típicos de distintos pueblos presuntamente “integrados” a México, pero invisibilizados y violentados en la vida cotidiana. Sin fijar ningún tipo de posicionamiento, pues no es costumbre de este reality, llegamos al episodio dos, cuya primera parte sirvió para que a las violencias antes mencionadas se sumaran el clasismo y la gordofobia, entre otras. 

Nótese que cuando hablo de los errores se los atribuyo al programa La más draga y no a lxs participantes.

Nótese que cuando hablo de los errores se los atribuyo al programa y no a lxs participantes. La razón es muy sencilla: ninguna persona nace deconstruida, no conocemos sus orígenes, sus historias ni sus contextos. Además, lo que hacen lxs concursantes no es sino procurar superar, de la forma en que pueden, los retos que la producción les va presentando. No podemos, sin embargo, pasar de largo que tras cuatro años de aprendizaje el staff siga sin ser capaz o sin contar con ojos que supervisen que los contenidos no reproduzcan violencias ni discursos de odio. ¿O es acaso que ésa es la intención?, ¿es uno de sus propósitos para generar conversación y un mayor número de reproducciones? De ser el caso, me parece deleznable. 

Y me lo parece particularmente porque si algo podemos aplaudirle a La más draga es que se ha convertido en un proyecto que ha permitido darle mayor visibilidad a lxs artistas drags en México, oportunidades de crecimiento, creación de fuentes de trabajo y también un reconocimiento por parte de la comunidad LGBT e incluso de personas cisheterosexuales de todo el trabajo que realizan cada día para lograr impresionarnos con su arte. Éste se trata de un programa que aborda identidades, cuerpos, género y, como tal, tendría que tener conocimiento y tacto para presentar estos temas; de lo contrario, sólo están empleando y explotando el talento drag, que termina también afectado pues son ellxs quienes salen a cuadro. 

Habrá quien diga que el contenido emitido por este reality es asunto menor. Sin embargo, me parece que La más draga se ha convertido en un fenómeno mediático: así lo demuestra que siga vigente tras cuatro años, la forma en que se coloca como tendencia semana con semana, y las miles de reproducciones que acumulan no sólo los episodios sino también aquellos canales que hacen reviews en YouTube. Lo que ahí se emite tiene un amplio recibimiento entre una audiencia principalmente conformada por hombres cisgénero gay, quienes ya de por sí (sin generalizar) suelen reproducir misoginia y transfobia en sus espacios y discursos. Lxs concursantes podrán emplear el vocabulario que quieran entre ellxs en espacios privados, pero que los emitan en un escaparate como La más draga valida que la población cis gay continue reproduciendo estas violencias en contra de las mujeres cis y trans. 

¿Es posible hacer drag y realitys sobre drag en México sin recurrir a la misoginia, transfobia, racismo, clasismo, gordofobia, capacitismo? Estoy segura que sí. Sólo falta voluntad para hacerlo. Porque sí, la responsabilidad de lo que se emite en este caso en particular recae en la producción de La más draga, pero lo cierto es que quienes se dedican a esta actividad deben también revisarse también para resolver las violencias que suelen reproducir, porque del mismo modo en que hemos venido cuestionando a las personas que hacen comedia fácil a costa de poblaciones vulneradas (ya saben: los chistes homofóbicos, misóginos, racistas), les drags que recurran a estas prácticas serán tan criticables como aquelles comediantes, que ni divierten ni entretienen.