TIEMPO DE INFRAESTRUCTURA

Golpe de realidad en los proyectos presidenciales

Los sobrecostos son un golpe de realidad que superan los 65,000 millones de pesos, casi el doble de lo que costaría vacunar a todos los mexicanos

OPINIÓN

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Fausto Barajas/ Colaborador/ Opinión El Heraldo de México

El presidente definió sus tres proyectos emblemáticos: refinería, tren y aeropuerto. Él –y sólo él– definió sus plazos y formas de ejecución. Esto le funcionó en el discurso, pero después los proyectos comenzaron a fallar en el papel y hoy, en la realidad, se dirigen al caos.

La falta de preparación de los tres elefantes blancos del obradorismo ya se está pagando. Los sobrecostos, los retrasos, el impacto ambiental y la afectación en las finanzas públicas son el peso que el gobierno ha puesto sobre los hombros de los mexicanos.

Los sobrecostos son un golpe de realidad que superan los 65,000 millones de pesos, casi el doble de lo que costaría vacunar a todos los mexicanos.

Para la Refinería de Dos Bocas, en 2018 Rocío Nahle estimaba una inversión que iba de los 6,000 a los 8,000 millones de dólares. Para 2019, el monto se confirmó en 8,000 mil millones y para 2021 ya se tienen reconocidos que serán casi 9 mil millones de dólares. En pesos esto significa que entre 2019 y 2021 el sobrecosto fue de 21 mil millones de pesos. A medida que avance la construcción es muy probable que se siga incrementando la factura. Vale la pena recordar que el Instituto Mexicano del Petróleo estimó que el costo de la refinería llegaría a los 14,740 millones de dólares.

El aeropuerto de Santa Lucía se promocionó en la campaña presidencial con un costo de 63,034 millones de pesos, para el arranque de la obra en 2019 ya estimaban un costo de 70,000 millones y actualmente se reconoce que se llegaran a 85,000 millones; es decir 15,000 millones de pesos más, sin considerar la ingeniería de interconexión urbana que un proyecto de esta envergadura debería tener. AMLO miente cuando dice que esto es un ahorro para el gobierno respecto a Texcoco, pues aquel proyecto estaba financiado con recursos mayoritariamente privados, provenientes de las tarifas de los usuarios del actual aeropuerto.

En el caso del Tren Maya, originalmente se planteó que requeriría una inversión entre 120,000 y 150,000 millones de pesos. Sin embargo, el presidente ha reconocido que se requieren 30,000 millones adicionales para llegar a un total de 180,000 millones. A esto se le tendrán que adicionar las inversiones para llevar la electricidad a la zona, pues se decidió cambiar de un tren a diésel a uno con opción eléctrica.

Funcionarios han reconocido en público el desfase en estudios y obras en los proyectos presidenciales. Pero hasta ahora se niegan a reconocer lo que es un secreto a voces: las obras no quedarán concluidas para las fechas en las que planea entregarlas el presidente.

En materia ambiental los proyectos presidenciales han dejado daños como las 400 hectáreas de selva y mangle destruidas ilegalmente para construir la refinería y el daño a los ecosistemas que está generando el Tren Maya, a lo que se suma el destrozo arqueológico en la zona del proyecto de dicho tren.

En el mejor de los casos, la persona que tomó todas estas malas decisiones se irá en 2024 a su rancho y tendrá una estación del tren a unos metros de la puerta. Pero las deudas económicas y ambientales recaerán sobre los mexicanos de hoy y del mañana.

Pasarán décadas para que los mexicanos paguen la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, serán tres décadas en las que se destinen 156,000 millones de pesos para la operación y mantenimiento del Tren Maya que no será rentable y al menos dos décadas en las que la operación de la refinería no obtenga un solo peso de utilidades.

Me gustaría decirle a usted que lee estas líneas que el costo de estos elefantes blancos es solo financiero, porque a final de cuentas el dinero se puede recuperar. Lamentablemente, su costo también se puede medir en vidas humanas. Cada peso que se destina a estos caprichos presidenciales es un peso que no se usó en construir y equipar hospitales para la pandemia, en comprar vacunas de todo tipo para los menores de edad o en surtir los anaqueles de medicamentos de los hospitales públicos, especialmente para atender a niñas y niños enfermos de cáncer. Quien dice amar al pueblo es el artífice de su propia desgracia.

POR FAUSTO BARAJAS CUMMINGS 
ESPECIALISTA EN INFRAESTRUCTURA 
@FAUSTOBARAJAS

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