MALOS MODOS

Val: Lo que viene después de Hollywood

Uno tenía en la cabeza la idea de que el actor más arrogante de los 80 y los 90 era Val Kilmer. No se trataba sólo de la fama de difícil que efectivamente cargaba

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Uno tenía en la cabeza la idea de que el actor más arrogante de los 80 y los 90 era Val Kilmer. No se trataba sólo de la fama de difícil que efectivamente cargaba, motivo de comidillas en los programas y revistas de espectáculos. Es que, si ves algunas de sus películas de aquellos años, tal vez antes que ninguna The Doors, de Oliver Stone, en la que hace de Jim Morrison –un talento infinito dueño, también, de una arrogancia infinita– con, diría Oscar Wilde, sospechosa naturalidad, algo de esa petulancia permea sus interpretaciones.

Luego, claro, vendría la maldita vida. Guapo, talentoso, dueño de varios taquillazos (un Batman y Top Gun, por ejemplo), tuvo después una carrera desde luego no mala, pero declinante, para dar un golpe como creador e intérprete de un monólogo sobre Mark Twain, justo antes de que el cáncer de garganta se llevara su voz.

Este último, el Kilmer que sobrevivió a cáncer y quimios, desaliñado, flaco, camino a la vejez, lejos de Hollywood (aunque se acerca el estreno de la secuela de Top Gun), es el que protagoniza Val, un notable documental autobiográfico que nace de otra de sus aficiones: grabar cada momento de su vida, desde la niñez con el hermano muerto demasiado joven hasta hoy, sin pasar por alto varias filmaciones, incluida alguna tan complicada, en parte por su intransigencia, como La isla del doctor Moreau, con un penoso Marlon Brando.

¿Qué nos ofrece Val? De entrada, una estética potente, con su puntito iconoclasta, voluntariamente chamagosa, de verdad meritoria. Sobre todo, nos ofrece un acercamiento sin solemnidades ni azotamientos, sin contemplaciones y con bastante humor autoinfligido, a la propia vida, la vida de una primera figura del cine que, como nunca o casi nunca habíamos visto entre sus pares, se expone aquí en toda la decadencia que involucran la enfermedad y la vejez: la terrible, rasposa, estridente voz que traspasa ese dispositivo que atraviesa su garganta, las uñas descascarilladas y amarillentas, el cuerpo que se encorva.

No hay aquí una diatriba simplona y resentida contra el cine, pero sin duda Kilmer, valiente, lúcido, ofrece una mirada a todo lo de no glamoroso que tiene Hollywood cuando lo ves en sus entrañas, y sobre todo una mirada a lo que viene después de Hollywood, a ese aterrizaje nunca fácil en algo parecido a una vida común y corriente, cuando ya no tienes edad para ser una estrella.

En una de las primeras secuencias, Val nos pone frente a su protagonista cuando era estudiante de actuación dispuesto a alcanzar el cielo creativo, el arte puro. Se asoman por ahí algunos de sus compañeros: Kevin Bacon, Tim Robbins… y Sean Penn. Es entonces cuando uno dice: disculpas, mister Kilmer.

Porque Penn era, es y será, sin duda, el más mamón de los mamones de la galaxia hollywoodense.

POR JULIO PATÁN
JULIOPATAN0909@GMAIL.COM 
@JULIOPATAN09

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