COLUMNA INVITADA

Migrar, con el dolor a cuestas

Las imágenes de los guardias fronterizos a caballo sometiendo con un látigo a quienes han cruzado no solo reavivan la discusión sobre la esclavitud, sino que coloca en el centro del debate la discriminación racial

OPINIÓN

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Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

La crisis de los migrantes haitianos de los días pasados en Del Río, Texas, muestra nuevamente no solo las penurias de quienes se ven obligados a migrar, sino la crueldad de quienes no desean acogerlos y consideran no solo que un territorio es de su única propiedad, sino que piensan que los otros, los que llegan, los distintos, son menos humanos que ellos. Más de doce mil haitianos acamparon del otro lado del Río Bravo -o Grande, depende del lado desde donde se lo vea- y empezaron a cruzar.

Las imágenes de los guardias fronterizos a caballo sometiendo con un látigo a quienes han cruzado no solo reavivan la discusión sobre la esclavitud -la herida abierta sobre la que se formó este país-, sino que coloca en el centro del debate la discriminación racial. El gobierno federal promete investigar el maltrato, la vicepresidenta se apresta a denunciar el abuso de poder, pero se han deportado masivamente más de seis mil haitianos, a razón de mil por día, trasladándolos de regreso a su país, sin avisarles a dónde se les está llevando: se enteran al aterrizar en Puerto Príncipe.

Se trata de una crisis humanitaria. El presidente Biden ni siquiera mencionó el hecho el martes pasado en su discurso en las Naciones Unidas. Julián Castro, uno de sus rivales en la primaria presidencial ha declarado que la gente está realmente enojada con la manera en que el presidente ha continuado muchas políticas migratorias del tiempo de Trump, aunque haya cambiado la retórica. La manera en que se está deportando hoy masivamente hace que las palabras de Castro sean incluso suaves. Un artículo del código de salud estadounidense, el Título 42 le permite a la administración de Biden deportar saltándose todo protocolo migratorio. Ante el avance de la pandemia el departamento de Homeland Security a cargo de Alejandro Mayorkas, un hijo de migrantes, puede realizar estas deportaciones masivas agravando aún el problema. Muchos de los haitianos que buscaban cruzar, temerosos de ser enviados de nuevo a Haiti han regresado a México, donde el problema es igualmente grave. Muchos de los migrantes que están hoy intentando cruzar a Texas salieron de su país desde 2010 después del devastador terremoto que destruyó buena parte de la isla. Han vivido en Brasil, en Chile y en otros países de Sudamérica.

El fenómeno de la migración -nos recuerda Mabel Moraña que pensaba Antonio Cornejo Polar- requiere la creación de espacios de pertenencia compartida, desde los que el migrante pueda relacionarse con los distintos grupos sociales e intentar integrarse. Pero quien migra, por su propio conflicto interior, difícilmente puede conciliar fácilmente. Quien migra necesita afirmar su identidad, autoreconocerse. El siglo XXI, nos recuerda la crítica uruguaya siguiendo a Mbembe, nació reconociendo la extrema fragilidad de todos, del Todo. La pandemia nos ha descubierto que lamentablemente no hemos aprendido la lección -no solo de incertidumbre, sino ética- y que la compasión es un bien sumamente escaso.

Vivimos en la inestabilidad y sin embargo nos aferramos a la propiedad, al territorio, a la defensa chauvinista de lo propio como si todo fuera estable. La migración es, como dice Moraña una energía que sobrepasa la dimensión social y la ética. Va más allá del derecho a la movilidad o incluso de la prerrogativa moral de un ser humano de buscar mejorar su vida. El migrante, sin embargo, se lleva su casa y su dolor a cuestas y encuentra el rechazo franco, la deportación, se convierte en un criminal, en alguien que, según el Estado, es un “ilegal”; esa etiqueta anula su carácter de sujeto, de ciudadano, de humano. El sábado pasado había, como he dicho, quince mil haitianos en el campamento debajo del puente en Texas. Las imágenes sobrecogen. Muchos de ellos tienen estatus de refugiados en los países que he dicho. Siguen migrando, han vivido años de penurias, con trabajos mal pagados en los países que los acogieron. Mayorkas dijo recientemente: “Si quieres entrar ilegalmente a Estados Unidos se te regresará, no tendrás éxito”. Sus palabras no implican un cambio de tono frente a la presidencia pasada ni abren un solo puente al asilo humanitario. Esas palabras son otro látigo como el de la patrulla fronteriza montada. Son una vergüenza.

POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU

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