ANÁLISIS

Pensamiento débil y crisis cultural

La exaltación extremista hunde sus raíces en la ausencia de un nuevo realismo que reivindique la auténtica densidad de la verdad

OPINIÓN

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Rodrigo Guerra López / Colaborador/ Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

uando Gianni Vattimo, hace cuatro décadas, acuñó la noción de “pensamiento débil” buscaba radicalizar el pensamiento de Heidegger a través de una relectura de Nietzsche. “Pensamiento débil” era  un intento de despotenciar toda idea de verdad, abrir el espacio al nihilismo para dar libertad a cualquier tipo de interpretación y replantear las posibilidades de un nuevo anarquismo. 

Sin embargo, más pronto que tarde, la expresión “pensamiento débil” comenzó a ser usada fuera de los linderos de la propuesta de Vattimo para diagnosticar algo más elemental (y que, en el fondo, no está totalmente desvinculado del pensamiento del filósofo italiano): el desencanto por la razón, la debilidad del pensar fuerte –basado en evidencias de la realidad– y su sustitución por opciones irracionales que pierden la conciencia de que son tales y se buscan afirmar por vía de la fuerza.

En efecto, la falta de pensamiento riguroso, robusto, metafísico, y la atractiva seducción que comporta la afirmación del propio yo, por encima de la dignidad de los demás, han abierto una grieta en la cultura de nuestro tiempo por donde se vehiculan las peores pasiones disfrazadas de convicción y de pseudoracionalidad. No es de extrañar que emerja entonces un clima de postverdad, de fake news y de todo tipo de pseudo-ciencia, que ofrece sucedáneos a la mente y al corazón.

Pienso de inmediato en los ministros de la Suprema Corte que, sin importar los aportes de la biología molecular y la embriología experimental contemporáneas, buscan afirmar su “voluntad de poder” al negar la condición personal del embrión humano como si no existiese evidencia de la suficiencia constitucional a partir de la singamia de un nuevo sistema causal autopoiético.

Pienso en los numerosos neopolíticos procedentes de actividades nobles, como el deporte o la farándula, pero que no se encuentran capacitados para el buen gobierno y que, sin embargo, con todo desparpajo buscan posiciones de poder, creyendo que no es necesaria ni la formación intelectual ni moral que recomendaban para este tipo de responsabilidades el viejo AristótelesMartha Nussbaum o el papa Francisco.

Pienso en la cotidiana acriticidad que nos envuelve y que hace que, tanto personas como instituciones, no logremos advertir la necesidad de revisión profunda de nosotros mismos, la necesidad de interrogar las premisas desde donde se parte al momento de la interpretación o de la acción, para corregir, para mejorar.

En todos estos casos, la manifestación externa de la descomposición que conlleva el pensamiento débil, se concreta en la amenaza, la descalificación intempestiva, la falta de control emocional y el creer que el diálogo paciente es irrelevante. 

Artistóteles se acercó a esta enfermedad del alma a través de su doctrina sobre la “akrasía” en el libro VII de la Ética a Nicómaco. Libro que valdría la pena volver a estudiar para reencontrar los caminos que nos permitan superar la creciente ola de extremismo que, por cualquier flanco, termina sacrificando siempre a las personas reales, sobre todo, a las más vulnerables.

POR RODRIGO GUERRA
PROFESOR-INVESTIGADOR DEL CENTRO DE INVESTIGACIÓN SOCIAL AVANZADA (CISAV)

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