MALOS MODOS

Hermanos de sangre: Malcolm X y Muhammad Ali

Unidos por una amistad de hierro, el activista y el boxeador terminaron separados malamente cuando el primero dejó la Nación del Islam

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En efecto, cambiaron la historia gringa con herramientas escasas pero difíciles de encontrar, más todavía en los, efectivamente, autoritarios y prejuiciosos años 60. Malcolm X lo que tenía era una furia ecuánime y articulada: clamaba contra los blancos norteamericanos y por la lucha violenta sin levantar el tono, midiendo cada palabra, y resultaba, como él quería, terrorífico. Muhammad Ali era, en cambio, histriónico, deslenguado, capaz de la ironía más despectiva.

¿Eran necesarias esas actitudes para enfrentar el racismo de la época, para dar un ejemplo? Es difícil negarlo, como retrata Hermanos de sangre: Malcolm X y Muhammad Ali, un documental apenas estrenado que merece una visita por su capacidad para retratar esos días definitorios, y por algunas razones más.

Dirigido por Marcus A. Clarke, la película reúne buenos testimonios, entre ellos los de varios familiares de los protagonistas y los de algunos militantes de la Nación del Islam, es decir, de la fuerza detrás de Ali y Malcolm X. Una fuerza que no atina a retratar debidamente el documental, en lo que es sin duda su falla más importante. Unidos por una amistad de hierro, el activista y el boxeador terminaron separados malamente cuando el primero dejó la Nación del Islam, con buenas razones.

Sin relación alguna con el Islam en cualquiera de sus manifestaciones, esta organización, propiamente una secta, basta para poner en solfa cualquier cliché bien pensante sobre el racismo a la inversa: entre sus principios están que el primer Alá, porque hay varios, fue negro, y que los blancos son literalmente una raza de demonios, creados por un científico maligno, Yakub.

Ese delirio es el que formó y unió en la militancia a dos figuras clave en la historia de la lucha por la libertades para los afroamericanos, y el que las separó. Malcolm X terminó por renegar, en sus palabras, de todo racismo, abandonó la secta entre graves señalamientos contra su líder, Elijah Muhammad, al que acusó entre otras cosas de pederastia, y murió asesinado en circunstancias más que confusas.

Ali le dio la espalda públicamente a su amigo y maestro, pero, como él, siguió un camino de moderación: sin tantos aspavientos, abandonó la Nación del Islam años más tarde, el 75, para abrazar el Islam-Islam, y con la Nación del Islam abandonó la retórica de furia contra los blancos y el establishment gringo, sin dejar de ser una voz crítica.

Como toda película bien hecha de las que viajan al pasado, Hermanos de sangre... es valiosa sobre todo por lo que dice de nosotros, hoy. Criados uno como un delincuente y el otro como un boxeador, víctimas del racismo y absorbidos por el infierno sectario, supieron atisbar las diferencias entre la justicia y el rencor victimista. No es poco decir, como sabemos en estos tiempos de talibanismo progre.

POR JULIO PATÁN
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@JULIOPATAN09

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