NOTAS SIN PAUTA

Tragedia humanitaria, política fallida

El pasado 21 de agosto, Víctor Campos Bolós, conocido en la española escena punk como Víctor Bisonte, salía en autobús de la Ciudad de México

OPINIÓN

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Arturo Rodríguez García / Notas sin Pauta / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El pasado 21 de agosto, Víctor Campos Bolós, conocido en la española escena punk como Víctor Bisonte, salía en autobús de la Ciudad de México, pero sólo pudo llegar a unos kilómetros de la conurbación mexiquense donde se mantiene desplegado un operativo migratorio.

Víctor, vocalista de la banda Oi! The Arrase, había ingresado a México en enero con el propósito de establecerse en el país pero una serie de infortunios personales le impidieron realizar sus planes de manera que, en un último esfuerzo por quedarse, quiso viajar a Guadalajara a probar suerte.

En el retén, los agentes migratorios exigieron a todos los pasajeros sus documentos de identidad. Entonces advirtieron que el catalán llevaba más de seis meses en México sin renovar los papeles de su ingreso, por lo que en unas horas terminó recluido en la estación migratoria de Iztapalapa de la calle Agujas.

Su pareja, que es mexicana, y sus amigos en ambos lados del Atlántico se movilizaron y consiguieron un amparo que ordenaba su libertad, y que fue notificado a las autoridades de ese centro de detención, donde simplemente lo ignoraron.

El caso y el desacato no es único pues esa estación migratoria acumula quejas ensordecidas por situaciones similares perpetradas contra árabes, hindúes, chilenos, argentinos, españoles, canadienses y, por supuesto, las nacionalidades mayoritarias de siempre procedentes de Centroamérica y el Caribe.

Desde hace más de una década los agentes migratorios tienen órdenes de realizar esos operativos de constitucionalidad cuestionable por interrumpir el libre tránsito de ciudadanos, molestarlos en su persona y papeles, eligiendo en muchos casos a sus posibles detenidos por perfil de aspecto.

A ese coctel de violación de garantías se añade una serie de vulneraciones a derechos fundamentales durante la privación de la libertad, tales como la incomunicación y prohibición de visitas, desacatos a mandatos judiciales como el de Víctor, tratos degradantes y hacinamiento.

La política no es novedad. Pero el país vive un endurecimiento en la actual administración, reivindicadora discursiva de soberanías pero en notorio sojuzgamiento frente a las bravuconadas de Donald Trump primero, y luego, ante la presión más diplomática aunque no por ello menos brutal del sucesor Joe Biden.

Quizás lo peor de este escenario sea la justificación de quienes asumen una intencionalidad partidista en el hecho de que se cuestione al presidente López Obrador por esa política migratoria y en que su aseveración de no violar derechos humanos sea desmentida.

También es deplorable que sean tantas las personas que están de acuerdo con retenes, procedimientos y deportaciones en alegatos tan próximos a la xenofobia, quizás por una percepción retorcida, y ciertamente inducida por el poder, de inseguridad. Las semanas recientes la atención estuvo centrada en la frontera sur, escenario de bloqueos disuasivos e incontables historias de desesperanza.

El muro humano, para frenar las multitudes de mujeres y hombres, familias enteras, que intentan dejar atrás la miseria, el hambre y la violencia. Aun así, la semana cerró con la mirada internacional en la frontera norte, Ciudad Acuña con Del Río, con la estampa de una muchedumbre de desaposentados sobreviviendo a las inclemencias del tiempo bajo un puente.

Una estampa brutal y también evidencia de que los 10 puntos de revisión que deben sortearse para atravesar el país son suficientes para detener la última esperanza de los migrantes, pobres entre los pobres. Invisibles, numerosas historias suceden a lo largo y ancho del país.

Seres humanos que topan con la inflexibilidad e intransigencia de agentes tan empoderados que son capaces de desacatar amparos sin consecuencia. Abunda ya la gestión de amparos contra las deportaciones y repatriaciones asistidas, el clamor de organismos de derechos humanos, la insuficiencia de servicios consulares, especialmente, en tratándose de países pobres. Previsible el resultado: amparados o no, serán repatriados.

En cuanto a Víctor Campos Bolós, el punk que cantaba contra las injusticias en español y catalán, quizás el colmo de su encierro haya sido el día que un agente migratorio lo reconoció, declarado fan de su banda Oi! The Arrase! Pero ni eso sirvió para conseguir comunicarse con la representación consular o de la Generalitat. Ahí sigue.

POR ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA

COLABORADOR HERALDO RADIO

@ARTURO_RDGZ

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