COLUMNA INVITADA

Necesitábamos una SEP sensible

No se tienen los suficientes incentivos para que las y los jóvenes entre 15 y 18 años sepan, evalúen y comparen acerca de los beneficios que implican continuar estudiando

OPINIÓN

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Luis David Fernández Araya/ Colaborador/ Opinión El Heraldo de México Créditos: Foto: Especial

El sistema educativo en México está viviendo una de las transformaciones más relevantes o al menos así se espera que suceda con la fulminante extinción de la reforma educativa realizada por la anterior administración.

A la educación se la han cargado varias responsabilidades, como los niveles de pobreza, el desempleo, la falta de competitividad y productividad del país y un no corto etcétera. Rubros que tienen relación por supuesto, y que desde la educación se logran explicar en mayor o menor medida.

Ahí están por ejemplo, los altos niveles de deserción en el nivel medio superior en México, donde uno de los retos del modelo que habremos de seguir, se deberá mandar un mensaje a las y los 650 mil estudiantes que año con año abandonan sus estudios, este 40% de los que entran a estudiar y no terminan el nivel medio superior, porque existe, entre otras razones una falta de credibilidad hacia el sistema educativo mexicano actual.

No se tienen los suficientes incentivos para que las y los jóvenes entre 15 y 18 años sepan, evalúen y comparen acerca de los beneficios que implican continuar estudiando.

Esto para necesariamente por un modelo educativo que reinstale la confianza entre las y los jóvenes acerca de cuáles son los caminos y opciones para salir adelante. Debemos entender que aquel que deserta es porque no está convencido, porque no cree en lo que está haciendo, porque no le hemos saber cuáles son las ventajas de estudiar en vez de optar por los métodos del autoempleo o el comercio informal.

Debemos de proveerles de las herramientas de convicción –en esta tarea intervenimos todos, incluyendo la importancia de tiene cada familia mexicana en la toma de decisiones de las y los jóvenes-. También se trata de dar pasos sólidos, firmes y seguros. Si pretendemos atender el fenómeno de la deserción únicamente a través de incentivos económicos inmediatos (por ejemplo becas), es sinónimo de que le entendemos parcialmente al tema, pero si seleccionamos, primero a aquel sector que particularmente lo padece y generamos políticas para atender sus principales causas iremos en el camino adecuado. Se reconoce que la deserción es multifactorial, pero se debe actuar de manera decidida porque si no estamos arrojando a este 40% de las y los jóvenes como caldo de cultivo para el desempleo, la pobreza y para los brazos del crimen organizado.

Como se dijo, en este fenómeno contamos todos, padres y madres de familia, el Estado a través de políticas públicas acertadas, oferta educativa adecuada a través de los programas académicos, infraestructura escolar o materiales educativos, entre los más relevantes.

Porque apostarle por la educación también es una decisión que pesa por su importancia económica, quien toma decisiones en un contexto de baja educación distorsiona los sentidos de la realidad, sucede lo mismo que hacerlo en un contexto de pobreza, provocando una “visión túnel”, como fue llamado por Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir. Lo que significa que una persona se preocupa en resolver sus problemas inmediatos y deja de lado aquellos que también inciden en su vida, enfocándose al corto plazo, bajo un contexto de recursos académicos limitados. los niveles de pobreza, el desempleo, la falta de competitividad y productividad del país y un no corto etcétera. Rubros que tienen relación por supuesto, y que desde la educación se logran explicar en mayor o menor medida.

Ahí están por ejemplo, los altos niveles de deserción en el nivel medio superior en México, donde uno de los retos del actual modelo incluyendo a la reforma educativa es enviar un mensaje a las y los 650 mil estudiantes que año con año abandonan sus estudios, este 40% de los que entran a estudiar y no terminan el nivel medio superior, porque existe, entre otras razones una falta de credibilidad hacia el sistema educativo mexicano actual.

No se tienen los suficientes incentivos para que las y los jóvenes entre 15 y 18 años sepan, evalúen y comparen acerca de los beneficios que implican continuar estudiando.

Esto para necesariamente por un modelo educativo que reinstale la confianza entre las y los jóvenes acerca de cuáles son los caminos y opciones para salir adelante. Debemos entender que aquel que deserta es porque no está convencido, porque no cree en lo que está haciendo, porque no le hemos saber cuáles son las ventajas de estudiar en vez de optar por los métodos del autoempleo o el comercio informal.

Debemos de proveerles de las herramientas de convicción –en esta tarea intervenimos todos, incluyendo la importancia de tiene cada familia mexicana en la toma de decisiones de las y los jóvenes-. También se trata de dar pasos sólidos, firmes y seguros. Si pretendemos atender el fenómeno de la deserción únicamente a través de incentivos económicos inmediatos (por ejemplo becas), es sinónimo de que le entendemos parcialmente al tema, pero si seleccionamos, primero a aquel sector que particularmente lo padece y generamos políticas para atender sus principales causas iremos en el camino adecuado. Se reconoce que la deserción es multifactorial, pero se debe actuar de manera decidida porque si no estamos arrojando a este 40% de las y los jóvenes como caldo de cultivo para el desempleo, la pobreza y para los brazos del crimen organizado.

Como se dijo, en este fenómeno contamos todos, padres y madres de familia, el Estado a través de políticas públicas acertadas, oferta educativa adecuada a través de los programas académicos, infraestructura escolar o materiales educativos, entre los más relevantes.

Porque apostarle por la educación también es una decisión que pesa por su importancia económica, quien toma decisiones en un contexto de baja educación distorsiona los sentidos de la realidad, sucede lo mismo que hacerlo en un contexto de pobreza, provocando una “visión túnel”, como fue llamado por Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir. Lo que significa que una persona se preocupa en resolver sus problemas inmediatos y deja de lado aquellos que también inciden en su vida, enfocándose al corto plazo, bajo un contexto de recursos académicos limitados.

POR LUIS DAVID FERNÁNDEZ ARAYA
COLABORADOR
@DRLUISDAVIDFER

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