Política y socialmente, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador nos ha quedado mucho a deber en materia educativa. En el ámbito magisterial, por ejemplo, los que eran aliados de Morena, como la CNTE, hoy son acérrimos adversarios del jefe del Ejecutivo federal. Y los que antes eran sus adversarios, como el SNTE, hoy bailan al son que les toca la SEP, sin importar las malas condiciones laborales y, sobre todo, los rezagos en la materia.
Todo eso, junto con los efectos de la pandemia, dieron al traste con el viejo sueño de cambiar la política educativa. AMLO, como candidato, no se cansó de criticar las reformas de otros gobiernos. Cuestionó, por ejemplo, el hecho de que la reforma de Enrique Peña fuera punitiva y sólo se enfocara en depurar la plantilla magisterial mediante evaluaciones.
Se empeñó tanto en cuestionar esa “estrategia”, algo que le valió para echarse a la bolsa a la disidencia magisterial antes de sentarse en la silla del águila. En sentido figurado, estaban a punto de ponerle un monumento porque al arranque de su gobierno, una de las primeras reformas que impulsó y logró materializar el Presidente fue en materia educativa. Nunca imaginaron los efectos secundarios. En lugar de dar un paso adelante, lo que hizo el gobierno fue echarle más sangre a la herida y llegamos a la mitad del sexenio sin que hayan movido un ápice.
Un botón de muestra: López Obrador optó por desaparecer el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEEE) y dio paso a la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación, instancia que nadie ve, ni escucha. Un elefante blanco que no dice ni hace mucho y, lo poco que hace, es letra muerta. Autoridades estatales y federales se pasan por el arco del triunfo sus recomendaciones sobre evaluación magisterial. No sólo eso, la Comisión está más metida en problemas domésticos, como el hecho de que su presidenta, Etelvina Sandoval, aprobó cambiar su sede para bajarle a la renta, pero resultó que el nuevo edificio es más caro.
Además, en octubre próximo, deben nombrar a un nuevo presidente y hay posibilidades de que la actual busque la reelección, cosa que está por verse porque entre los cuatros comisionados restantes también hay un par de suspirantes. Ambos temas tienen ocupados a estos cinco servidores públicos que fueron designados para materializar un organismo que daría vida a la gran reforma educativa de AMLO.
Sin embargo, la pandemia y las malas decisiones, como la educación a distancia, han dejado inconcluso el sueño de una mejor educación para niños y jóvenes mexicanos. Y peor aún, la disidencia magisterial (CNTE) tiene como rehén al Estado. Incluso, el propio AMLO sufrió en carne propia el rigor de sus protestas en una gira reciente.
Los rebeldes tratan de chantajear al gobierno con todo y que tienen en la SEP a una de las suyas. Adela Piña es titular del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros, área encargada de los estímulos y apoyos para los profesores. Pero sus buenos oficios y su filiación a la CNTE no han rendido frutos, lo que refleja también que en materia educativa estamos igual o peor que antes.
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La Comisión Nacional de Derechos Humanos y la ONU pidieron al Estado mexicano garantizar las condiciones de seguridad en el trabajo de los defensores de los derechos humanos y de los periodistas para que puedan realizar su legítima labor de monitoreo, documentación y comunicación del flujo migratorio en Chiapas. También exhortaron al Instituto Nacional de Migración, a la Guardia Nacional y al resto de las autoridades involucradas garantizar que los compromisos de México sean cumplidos por su personal en los operativos migratorios y, sin condiciones, se apeguen a la legalidad y respeten los derechos humanos.
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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Nada en la educación es tan asombroso como la cantidad de ignorancia que acumula en forma de datos inertes”.
POR ALFREDO GONZÁLEZ CASTRO
ALFREDO.GONZALEZ@ELHERALDODEMEXICO.COM
@ALFREDOLEZ
dza