COLUMNA INVITADA

Hanchon

Fue clave en las negociaciones con el gobierno de Detroit para que se autorizara la licencia a paisanos a partir de su identificación con la matrícula consular

OPINIÓN

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Antonio Meza Estrada / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Era la Semana Santa del 2002, con sus festividades. Como recién llegado a Detroit, acudí a la misa de Ramos y en el sermón observé que sería un sacerdote con rasgos europeos quien lo daría. Cuál sería mi sorpresa, hablaba un perfecto español y era el gusto de los paisanos escucharlo.

Al término del servicio se hicieron filas para saludarlo, encomendarle a los menores, bendecir imágenes y objetos religiosos y tomarse fotografías. Era el cura párroco de la iglesia del barrio mexicano, Donald Hanchon, de ascendencia polaca y responsable diocesano de la pastoral de migrantes.

Lo esperé en la sacristía y desde ese día nació una gran alianza entre los trabajos de su parroquia y el Consulado de México en Detroit.

Juntos atendíamos las necesidades de la comunidad y gestionábamos con las autoridades beneficios para ellos. Hanchon fue clave en las negociaciones con el gobierno del estado para que se autorizara la licencia a los paisanos a partir de su identificación con la matrícula consular.

También hablamos y trabajamos con otras parroquias, ciudades y condados para que se reconociera como identificación válida la matrícula, el único documento en manos de muchos paisanos. Donald tenía unos “hijos adoptivos”, una pareja de Morelos que cada año lo traían en el verano a Cuernavaca. Allí conoció de la cultura y detalles del idioma.

Perdió el acento “gringo” y pasaba por mexicano por sus dichos y modismos al hablar. Su trabajo fue fundamental en el despegue de la relación de la iglesia local con los migrantes hispanos de México y Centroamérica.

El Arzobispo lo invitó a coordinar para la región y, posteriormente, el Papa lo nombró obispo. Los paisanos y sus familias le dieron nueva vida a los antiguos edificios del rush belt, testigos de las emigraciones centro-europeas del siglo XIX a esta región de EU.

Ahora vemos a los paisanos pedir el confort espiritual en iglesias construidas por italianos, polacos e irlandeses, quienes también llegaron como migrantes, al final del día, todos somos migrantes en el camino del señor.

POR ANTONIO MEZA ESTRADA

YERBANIS33@GMAIL.COM

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