COLUMNA INVITADA

Charlie Watts, el más grande anti rockstar

Ser baterista de la banda en activo más importante en la historia del rock por 58 años continuos no debe ser un trabajo fácil

OPINIÓN

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Foto: El Heraldo de MéxicoCréditos: FOTO: Especial

Ser baterista de la banda en activo más importante en la historia del rock por 58 años continuos no debe ser un trabajo fácil. Menos si piensas que jamás fallaste a un concierto y grabaste 30 álbumes de estudio sin faltar en ningún momento. Ese era Charlie Watts, el mítico baterista de la banda más grande, siempre a las espaldas de Mick Jagger y Keith Richards, aquel de los trajes impecables, del estilo “de jazz” tocando el ritmo exacto de sus “majestades satánicas”.

Y decir que estaba a sus espaldas no es más que una anécdota en sus conciertos, de aquellas giras mundiales interminables. Porque si uno de los integrantes de los Rolling Stones era el equilibrio necesario de la banda era el propio Watts. Aquel que nunca fue arrestado y que a pesar de que en algún momento de su vida tuvo problemas con drogas y alcohol, las dejó de un instante a otro, pues le preocupaba más su estado físico.

Cuando uno imagina a los bateristas de rock piensa en aquellos que necesitan el doble bombo y las inmensas baterías, movimientos extravagantes y solos interminables. La actitud ruda y de furia desmedida, la atención absoluta. Ese no era Charlie Watts, él era sombrío, serio y al mismo tiempo impecable. Casi siempre de traje, con una actitud de “lord” y no de rockstar, el anti rockstar que hoy nos fascina en el recuerdo. Aquel que mantuvo su relación eterna con Shirley Ann Shepherd, casado con ella desde 1964 y con quien compartió hasta su último aliento.

Watts, un amante del jazz, cada oportunidad que tenía tocaba con sus agrupaciones o como invitado, incluso se recuerda un palomazo en su última visita a nuestro país, en el Club Piso 51 de la Torre Mayor, en el año 2016. También un tipo sencillo que prefería ir a su habitación durante sus giras, en vez de asistir a las fiestas interminables. Habitaciones y camas que dibujó durante cada noche de gira en el lugar que estuviese, desde 1963. Es posible que el dibujo le recordará que era diseñador gráfico de profesión.

Por primera vez en casi 6 décadas, Watts no formaría parte de la gira de los Rolling Stones, ya pospuesta por la pandemia. Lejos de desalentar a la banda, los empujó a seguir adelante,  sin él, señalando que esperaría estar mejor para volver a su sitio irreemplazable. Hoy sabemos que Charlie no se va a perder ningún concierto de los Stones, esa banda, la más longeva en la historia con sus integrantes originales, ya no será la misma porque el hermano mayor se fue.

Ese hermano mayor que incluso, dice la leyenda, tuvo que poner al mismísimo Jagger en su lugar, cuando después de una fiiesta, ebrio,  le llamó  en la madrugada diciendo “¿en dónde está mi baterista?”. Acto seguido, Watts se arregló y fue a encarar a Mick, a la habitación en donde se encontraba, dicen que con un puñetazo, aunque el propio Charlie mencionó en alguna entrevista que fue un jalón, pero todos coinciden en que le dijo, “¡tú eres mi vocalista!”.

El espacio de su pequeña batería, la misma que mantuvo el tempo perfecto detrás la inigualable voz de Jagger y los riffs extraordinarios de Richards, la de aquellos chicos malos del rock, los políticamente incorrectos, los que coquetearon con el diablo y amenazaron con demandar a Donald Trump, los que tocaron en Cuba en el 2016 en concierto gratuito. Esa batería no sonará más, porque los Stones no serán los mismos sin Watts, el rock ya no será igual.

La música de los Stones se queda con nosotros para siempre, 58 años no serán suficientes, es solo el principio.  Seguramente en las últimas horas sonaron de manera interminable sus canciones en consolas, reproductores de cassete, CD, videos en casa, la radio o desde Internet. Ese el homenaje que damos los mortales a aquellos que nos hacen sentir con su música.  Watts se queda con nosotros y no le decimos adiós al baterista más grande de la banda más importante, hoy aseguramos que, esa piedra sigue rodando.

Por: Héctor Escalante