DESDE AFUERA

Tiempos de fanatismo religioso y político

Ese tipo de consideraciones y tendencias a la intolerancia no son exclusivas de una sociedad o una forma de pensar

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Los tiempos modernos, actuales para ser precisos, bien podrían ser considerados como un monumento a la estupidez colectiva.

Son un poco como los tiempos de la Edad Media europea, cuando el dogma religioso con respaldo institucional era la norma predilecta de control social. Hoy, el dogma religioso ha sido sustituido por el político-ideológico.

Los que no piensen como mi grupo, o como yo, no son dignos de confianza, ni de credibilidad o de la categoría de ser humano.

Quienes piensen distinto a mí/nosotros son moralmente inferiores, dignos de desprecio y, si es posible, castigo.

Ese tipo de consideraciones y tendencias a la intolerancia no son exclusivas de una sociedad o una forma de pensar. Es una forma de pensamiento que se encuentra en todos, de la extrema izquierda a la extrema derecha, y resulta más evidente según el grupo que esté en el poder.

Hace poco más de 60 años, se produjo en los Estados Unidos el fenómeno del macartismo, cuando el temor a la llamada "amenaza roja" (comunista) auspició el surgimiento del senador Joseph McCarthy, que por conveniencia y quizá convicción veía un posible colaborador del comunismo internacional literalmente en todos aquellos que no pensaran como él o aceptaran la superioridad moral de la democracia capitalista.

Ciertamente McCarthy no podía condenar a los disidentes a la hoguera, como sus predecesores, pero sí al ostracismo social, que truncó carreras y dañó reputaciones.

Los países que decidieron asumir las tesis presuntamente socialistas tampoco fueron mucho mejores. Al tiempo de exigir libertad de expresión y justicia para sus correligionarios en el mundo, reprimieron y castigaron –y siguen haciéndolo– a sus propios disidentes, por supuesto en nombre del pueblo y la democracia socialista.

El problema no está en que ambas fuerzas y sus variantes siguen vigentes, con mayor o menor fuerza, y que mantengan una lucha por el predominio intelectual y el poder político. Es parte de la sociedad humana, de ciclos históricos si se quiere.

Lo que es imperdonable es que a estas alturas del desarrollo humano haya quienes promuevan tanto el apoyo a ciegas como la oposición a ultranza, o que la negativa a negociar y que el rechazo a escuchar las razones de otros asuma características de fanatismo religioso.

Ciertamente, todos tenemos derecho a creer en que nuestro respectivo dios sea mejor que el de los demás. Pero no a imponerlo por la fuerza, sea con el peso del Estado (y sus medios de coacción) o con la versión contemporánea de la hoguera medieval: las "denuncias" en redes sociales y sus instrumentos. Lo cierto es que nadie está en lo correcto todo el tiempo. Nunca fue así, no ocurre ahora y no hay razón para que suceda en el futuro. Las teorías políticas, como las religiones, están sujetas a las interpretaciones del momento, de sociedades y de individuos.

Lo único constante es la estupidez humana.

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS.
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM 
@CARRENOJOSE1

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