COLUMNA INVITADA

Finitud y mortalidad

La mayor parte de los problemas del ser humano, decía Pascal, le vienen por no poder estar solo en un cuarto

OPINIÓN

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Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

La mayor parte de los problemas del ser humano, decía Pascal, le vienen por no poder estar solo en un cuarto. Tal parece ser también la tesis de Oliver Burkeman quien acaba de publicar un hermoso libro: Cuatro mil semanas, manejo del tiempo para mortales. La tesis central repite algo que se viene diciendo en occidente al menos desde Séneca: pensamos nuestra vida orientados al futuro, sin darnos cuenta de que somos finitos, que vamos a morir y que no existe otra cosa que el presente. El ser humano se la pasa pensando en que algún día las cosas mejorarán y podrá lograr lo que desea. Ese pensamiento, encapsulado en la fórmula: Cuando… entonces es el origen de su malestar permanente. Cuando tenga una casa propia, entonces; Cuando encuentre a la pareja ideal, entonces; Cuando cambie de trabajo, entonces… al infinito. Lo que está mal, filosóficamente, en esa mentalidad es que nos roba del único momento en el que podemos vivir plenamente, el presente.

¿Y si pensáramos, mejor, que solo tenemos -si nos va bien- cuatro mil semanas de vida? Solo esa modificación de nuestro punto de vista, el de la finitud (algo que discutió en su momento con maestría Henri Bergson) nos haría replantearnos el resto de nuestra vida y sus acechanzas. ¿Acumular?, no tiene sentido. Y es que no solo acumulamos cosas en este momento del capitalismo tardío, acumulamos también experiencias, relaciones, viajes, fotos para Instagram. El ejemplo más conspicuo sería este. Viajamos a un lugar hermoso que siempre quisimos conocer, digamos el Cañón de Colorado, o el Bachajón. Entonces buscamos el lugar donde tomar la foto o el video para verlo después. Otra vez el pensamiento del futuro. ¿Cuántas veces vemos esos supuestos videos de viajes que nos previenen de estar en el aquí y ahora, sin la cámara del teléfono encendida para “capturar” el momento? Tan pocos que lo mejor sería haber vivido ese instante irrepetible. Al contrario, decimos -aunque sea para nuestros adentros- que el lugar está bien, que es como en las fotografías que vimos antes del viaje -en el folleto o en las redes- porque de lo único que se trata es de acumular. Lo mismo con museos. La gente se amontona, amotina, apelmaza, para ir a ver las piezas más conocidas del lugar, les toma fotos, se compra el recuerdito, para en el futuro verlo. ¿Y por qué no lo vieron en ese momento?

Burkeman va más lejos: es el capitalismo y sus nociones de productividad -alentadas por el puritanismo religioso que estudió Weber- lo que nos hace pensar que vamos a ser mejores, en el futuro, siempre y cuando tengamos la aplicación o el aparato que nos haga más eficientes, que haga que no tengamos emails -el famoso Inbox cero de los gurús de productividad-, solo para encontrar que se ha vuelto a llenar nuestra bandeja de entrada. O la pulsión de tachar todos los renglones de nuestra lista de pendientes, sabiendo muy adentro que hemos terminado todas las tareas urgentes, pero no las importantes, las esenciales, las que deberíamos estar haciendo si nuestra mentalidad fuera que somos mortales, que nos quedan pocas de esas cuatro mil semanas, que porque somos finitos debiésemos disfrutar el presente.

Pensemos, ahora, que de esas semanas que nos han sido con suerte, entregadas para nuestra vida, ya nos hemos gastado un buen. En mi caso, haciendo cálculos, me quedan poco más de mil, si gozo de salud y llego hasta esa meta numérica. Y aquí viene el otro problema: no el de la cantidad, sino el de la calidad. De qué sirve acumular semanas, números, si no las vivimos con cierta plenitud. De nada. Somos tiempo, diría Heidegger, pero el tiempo no puede “usarse” bien, pues no es un recurso, como el agua; es nuestro devenir, nuestra realidad. Somos arrojados al tiempo tan pronto nacemos y es nuestra realidad: transcurrimos. Quizá por eso el mensaje del libro es radical: incluso el descanso hoy día tiene que ser productivo, debe tener un objetivo -hacer ejercicio, meditar, hacer yoga, abrazar un pasatiempo, cruzar la lista de los pendientes antes de morir, etc.-; no realizamos actividades autotélicas, cuya razón de ser son ellas mismas. Caminar por placer, leer por placer, vivir plena y felizmente.

POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU

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