COLUMNA INVITADA

Exposición: Arquitectura neoárabe en Latinoamérica

Los lazos de unidad en América Latina también pasan por el arte. Más allá del arte colonial heredado en la región

OPINIÓN

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León Rodríguez Zahar/ Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Los lazos de unidad en América Latina también pasan por el arte. Más allá del arte colonial heredado en la región, el Museo Nacional de las Culturas del Mundo del INAH nos muestra la exposición “Arquitectura Neoárabe en Latinoamérica y el Caribe”.  La exposición, de carácter virtual, se hizo en colaboración con el Patronato de la Alhambra de Granada. Inaugurada el 9 de junio, ha estado acompañada del ciclo de conferencias “Orientalismos” en el que participan el escritor Alberto Ruy Sánchez, el catedrático de la Universidad de Granada, Dr. López Guzmán y la Dra. Yolanda Guasch, el maestro cubano Reynier Valdés y un servidor.  Las presentaciones están albergadas en el sitio web del propio museo.   

Esta es la primera vez que se hace una catalogación específica de edificios de este estilo en América.  Esta corriente arquitectónica llamada “neoárabe” surge de una revaloración, en el siglo XIX, por parte de orientalistas europeos y americanos de la herencia monumental islámica en Andalucía, muy especialmente de la Alhambra de Granada y de los edificios de Sevilla y Córdoba sin omitir otros del oriente musulmán.   

Las Ferias Universales, que comenzaron a mediados del siglo XIX, fueron las primeras muestras de globalización en la era industrial incipiente. Así, recordamos las de Londres, París, Filadelfia y Nuevo Orleans entre otras. Los países latinoamericanos deseaban proyectarse en estos eventos internacionales y no deja de ser curioso que se presentaran con pabellones hechos de este rico estilo neoárabe que veían como propio, parte de la herencia morisca española de la que se sentían partícipes legítimos. Solo así se explica que México se hiciera representar con el maravilloso “Kiosco o Pabellón morisco” en la Feria de Nueva Orleans de 1884. Una obra ensamblable que, además de sus arquerías alhambreñas, toma como modelo la lejana mezquita octagonal del Domo de la Roca de Jerusalén. De regreso a México, el pabellón ocupó un lugar de honor en nuestra Alameda, frente a lo que hoy es la Cancillería y luego fue trasladado a Santa María la Ribera.  

Lo que caracteriza al neoárabe es que, en la era industrial, permitió que se masificara la reproducción de los diseños de arabescos, en su mayoría copias de aquellos de la Alhambra, para que se pudieran adoptar a viviendas, teatros, plazas de toros e incluso palacios nacionales. Así, nuestro Palacio Nacional no podía omitir un magnífico “Salón morisco” y otro más se encuentra en el Palacio Catete de Río de Janeiro, y en el de las Garzas, en Panamá. El edificio del Congreso de Puebla corresponde a también a esta corriente.   

Desde finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, edificios neoárabes se desplegaron en varias ciudades de la América Latina, incluyendo Argentina, Chile, Venezuela, Colombia, Centroamérica, Cuba hasta México y el propio Estados Unidos. Una reproducción de la fuente de los Leones se encuentra en Santiago de Chile y otra en Puerto Rico. En total el catálogo de la exposición reúne más de 150 edificaciones repartidas en nuestra región que deben ser conservadas y protegidas como parte de nuestro patrimonio común.  

Pero no olvidemos también que es un lazo de unión y puente cultural poco conocido y poco valorado entre nuestros países y el mundo árabe, tan lejano como cercano. 

LEÓN RODRÍGUEZ ZAHAR
MINISTRO DEL SERVICIO EXTERIOR MEXICANO 

DZA