COLUMNA INVITADA

¿Información para hacer gobierno o para tomar el poder?

En medio del caos informativo que impera en Kabul, y de las reacciones internacionales e implicaciones al seno del gobierno norteamericano por retirar sus tropas de Afganistán

OPINIÓN

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Francisco Acuña Llamas / Analista y catedrático de la UNAM / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

En medio del caos informativo que impera en Kabul, y de las reacciones internacionales e implicaciones al seno del gobierno norteamericano por retirar sus tropas de Afganistán, viene a cuento el valor de la información pública como elemento de certeza y que, en un escenario de emergencia, puede ayudar a la toma de decisiones, aun de aquellas que por indeseables puedan resultar menos dañinas o irreversibles.   

Naturalmente, el derecho a la información es una utopía en un contexto como el que priva en ese país. En cambio, sí cobra sentido aquel viejo adagio que reza que la información es poder. En democracia la información es conocimiento y se presume que surte efectos en beneficio de la sociedad.  

A propósito del retorno del Talibán al control represivo de Afganistán, se lee en algunos titulares: “…el integrismo islámico recuperó el gobierno del país…”. Una cosa es tomar el poder por las armas, al margen del tipo de movimiento que lo consiga y otra cosa es arribar al gobierno por las urnas.    

De ninguna manera podríamos asegurar que el anterior régimen, impuesto por Washington para confinar al Talibán como represalia a los atentados del 11 de septiembre de 2001, garantizaba plenamente los derechos humanos de la población, ni siquiera en términos aceptables.  

El “consuelo” artificioso era que —al menos— no efectuaba los métodos de segregación racial agudizados por motivos religiosos y la sistemática vejación a las mujeres y niñas por interpretaciones radicales del Islam.         

Desde luego, no existe forma de reclamar a los integrantes del régimen afgano anterior (hoy depuesto por el Talibán) y, menos a los restauradores del régimen integrista islámico, que por la cosmovisión ideológico-religiosa o fundamentalismo islámico —se sabe— detesta cualquier esquema de libertades “occidentales”.  

Lo cierto es que la información social evidencia una situación más peligrosa; basta ver las dramáticas escenas de colectivos huyendo sin llevar consigo más que sus personas y alguna identificación, las estampas de desesperación en el aeropuerto de Kabul son indescriptibles.   

Desde un punto de vista democrático es imposible llamar gobierno a lo que se ha reanudado a raíz de la toma de Kabul. El concepto gobierno parte aquel encargo a una clase política que ostenta legitimidad de origen (elecciones competidas) y que se sujeta al principio de legitimidad de ejercicio (reglas para el escrutinio y la rendición de cuentas).    

Cuando esos componentes no existen lo que ocurre se denomina régimen y ese puede ser totalitario o autoritario, el segundo es más flexible e incorpora prácticas de origen democrático, aunque impera el mando concentrado en un partido o en un “hombre fuerte” o líder incuestionado aunque no incuestionable como en el régimen totalitario.  

La tiranía fundamentalista del régimen Talibán, seguramente instaurará el Emirato Islámico de Afganistán y, con ello, la anulación de cualquier esquema de libertades convencionales (conforme a los estándares internacionales que rigen las convenciones que vigila y debe fomentar la ONU). Y eso es un fracaso para la humanidad, pero especialmente, para la sociedad internacional que no ha logrado la paz y la seguridad humana en tantos sitios. Inclusive distantes a lo que ocurre en Afganistán.

POR FRANCISCO ACUÑA LLAMAS 
ANALISTA Y CATEDRÁTICO DE LA UNAM
@F_JAVIER_ACUNA  

DZA