COLUMNA INVITADA

Afganistán y los enemigos de la libertad

Más allá de si la decisión fue correcta, hay consenso en que la ejecución del retiro ha sido un desastre

OPINIÓN

·
Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Editorial / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Mucho se ha escrito en estos días sobre la retirada de Afganistán de la coalición encabezada por Estados Unidos y el regreso al poder del grupo islamista Talibán. Se trata de uno de los mayores fiascos en la historia, no sólo para Estados Unidos, sino para Occidente entero.

Recordemos que la invasión de 2001 contó con un gran respaldo popular estadounidense, e incluso con cierto apoyo de la comunidad internacional, como respuesta a los ataques del 11 de septiembre en Nueva York y Washington. Más aún, el objetivo inmediato se cumplió: deponer al Talibán, que respaldó activamente a los terroristas de Al-Qaeda, y debilitar la capacidad operativa de este último grupo en territorio afgano.

Sin embargo, los talibanes se replegaron, pero jamás se fueron, y de hecho continuaron controlando zonas rurales del país, además de seguir recibiendo financiamiento interno (mediante el comercio de drogas, por ejemplo), y externo de grupos y gobiernos afines. Una parte de la población, sobre todo urbana, abrazó las nuevas oportunidades que el cobijo occidental trajo: empezaron a surgir periodistas, defensores de derechos humanos, activistas por los derechos de las mujeres y una incipiente sociedad civil. No obstante, fue una minoría. En general, los valores democráticos y liberales nunca permearon.

En este contexto, con cada vez más costos económicos y soldados muertos, la guerra en Afganistán empezó a ser rechazada por la mayoría del público estadounidense. Políticamente resultaba insostenible desde el primer periodo de Barak Obama, y estratégicamente cada vez más injustificable. En ese sentido, hay un gran consenso que unió al público y a muchos especialistas sobre la necesidad de retirarse. Para algunos, tras el repliegue occidental, el avance Talibán sería inevitable, y la salida más pragmática era tratar de negociar alguna clase de acuerdo para mantener la estabilidad y contener al terrorismo. Eso fue lo que hizo Donald Trump en 2020 mediante una serie de negociaciones a las que dio continuidad el actual presidente, Joe Biden.

Más allá de si esta decisión fue correcta o no, existe consenso en que la ejecución del retiro ha sido un desastre. Fallaron los servicios de inteligencia, que sobreestimaron las capacidades del gobierno y ejército afgano, a la vez que subestimaron la velocidad con la que el Talibán podría recuperar terreno, lo cual culminó con la caída de Kabul, el 15 de agosto. Falló la planeación para proteger –y en última instancia evacuar– a los miles de ciudadanos afganos que colaboraron con la coalición (como traductores, personal administrativo, activistas, entre otros) y a cientos de miles cuya vida corre peligro bajo el nuevo gobierno.

El retroceso al que ahora se enfrentará Afganistán es terrible. El Talibán es partidario de una visión radical y estricta del Islam que es incompatible con los más elementales derechos humanos y las libertades de las personas, particularmente de las mujeres. No obstante, pareciera que, para la mayoría de los ciudadanos de occidente, la situación que ahora enfrenten las personas que han quedado atrás es una fatalidad que hay que aceptar, como si el valor de la vida y la libertad dependiera de la nacionalidad del individuo.

Hay incluso alguno que otro trasnochado (particularmente en Latinoamérica) que, bajo el pretexto del antiimperialismo, se ha congratulado de la derrota estadounidense a manos de extremistas musulmanes, dejando claro que poco les importa la libertad y dignidad de los pueblos del mundo, cuando lo que realmente interesa es reafirmar una ideología “antiyanqui”.

No debería haber espacio para relativizar lo que vendrá ahora para Afganistán: será un régimen de terror y oscurantismo. Desde las sociedades occidentales, no debemos ser indiferentes hacia el terror que los pobladores de ese país ahora enfrentarán. Me temo, no obstante, que esto sucederá. Y es que hoy son tantos los enemigos de la libertad al interior de las sociedades occidentales que, en buena medida, ello explica nuestra incapacidad para exportar nuestros valores.

POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA SERVITJE
DIPUTADO CIUDADANO EN EL CONGRESO DE LA CIUDAD DE MÉXICO
@GUILLERMOLERDO

dza