COLUMNA INVITADA

Absurda muerte en dos ruedas

La Guardia Nacional tiene la oportunidad invaluable de retomar el orden y respeto que en algún momento impuso la policía civil en las carreteras

OPINIÓN

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Manelich Castilla Craviotto / Colaborador / Opinión El Heraldo de México

Enciendo el motor. Escucho que la carburación es ideal. La máquina está lista. Desciendo la rampa del garaje hacia la calle. Verifico que no haya vehículos que detengan o aceleren su marcha al contacto visual con mi “caballo de acero” -como románticamente se ha bautizado a las motocicletas- máxime si segundos antes el asiento trasero ha sido ocupado por uno de los amores de mi vida, próxima a cumplir sus “quince primaveras”, aunque los suyas sean, en sentido estricto, inviernos.

Elegí casco, careta, playera, chaleco, chamarra, protecciones para hombros y piernas, pantalón especial, calcetas, guantes, botas y hasta la música de acompañamiento. A la par, decidí no desvelarme, rechazar invitaciones a comer o cenar el día previo, irme a la cama temprano para estar el domingo antes de las ocho de la mañana perfectamente descansado. Antes, también revisé el pronóstico del clima para saber si encontraré asfalto seco o mojado.

Escribir en primera persona no es egocentrismo, sino la forma de contar lo que esperaría de miles de motociclistas que cada fin de semana recurren a la “terapia de viento”, una de las mejores para aliviar el desánimo y sentir plena libertad.

La manera de vivir el motociclismo revela cómo llevamos nuestro plan de vida. Cuando tomamos decisiones como motociclistas responsables, nuestras tareas en la vida cotidiana se tornan emocionantes, riesgosas quizás, pero con un saldo final de enorme satisfacción al ejercerlas con prudencia y sensatez. Cuando no es así, sobreviene la tragedia.

El domingo pasado las carreteras se vistieron de luto con la sangre derramada en la México – Cuernavaca, una de las más utilizadas por los amantes de la adrenalina y, también, por los amos de la inconsciencia.

El problema no son exclusivamente quienes aceleran a fondo en dos ruedas en una carretera no diseñada para eso, sino los que usan ese trayecto como extensión de vías rápidas de la zona metropolitana, ignorando las normas de carretera, lo que muestra desprecio por los demás. La autopista merece el mismo respeto que el mar.

Incidentes como el del domingo pasado, con saldo de 6 muertos y 14 heridos, deben preocuparnos y ocuparnos. No fue esta vez el crimen organizado, sino la inconsciencia y desdén por el deber de cuidado, lo que nos confronta con la tragedia; es un llamado a reflexionar sobre nuestra responsabilidad, no únicamente al volante, sino en todo lo que exige nuestra atención para cuidarnos y cuidar a los demás.

La Guardia Nacional tiene la oportunidad invaluable de retomar el orden y respeto que en algún momento impuso la policía civil en las carreteras. Tienen elementos experimentados para hacerlo. Sería un acierto dar vida nuevamente a grupos de auténticos motociclistas que puedan contener la amenaza de los grupos de irresponsables que cada fin de semana desafían al peligro y violentan la ley, de paso, fortalecer las tareas de proximidad social, tan necesarias en la función policial con visión civil.

Que no sea en vano la sangre derramada. Que no se repita la absurda muerte en dos ruedas.

POR MANELICH CASTILLA
COLABORADOR
@MANELICHCC

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