Circula una carta de Daniel Goldin, que llevaba un tiempo sin pronunciarse. La motivó que Marx Arriaga dio una entrevista a Álvaro Delgado y Alejandro Páez Varela, en la que habló del episodio que terminó con la salida de Daniel de la Biblioteca Vasconcelos, como resultado —sabemos— del trato prepotente, zafio, del propio Arriaga, encargado, en aquellos primeros días de cuatroteísmo, del sistema de bibliotecas.
Y sí, Daniel, tuvo que invertir su tiempo en contestar al torrente de mentiras que se aventó el camarada Arriaga. Lo de Arriaga es sintomático. Si supimos originalmente de él fue por el episodio de la biblioteca. Aparte, si se ha hecho notar es por el proyecto titánico de estalinismo ejidal de los libros de texto (titánico por Titanic), por una conferencia sobre la lectura llena de clichés anti mercado y elogios al presidente, y finalmente, hace unos días, porque se especuló con que a Jorge F. Hernández, agregado cultural en Madrid, se le despidió por una columna en la que, a contrapelo de la conferencia de Arriaga, defiende la lectura por placer, lejos de consignas y afanes transformadores tipo “pequeño libro rojo”.
Lo que nos pone ante otro caso sintomático. Cancillería publicó un comunicado en el que asegura que a Jorge no se le despidió en un acto de censura, sino porque, en una cena, profirió comentarios misóginos contra la embajadora en España (cuyo segundo apellido desconocen en Relaciones Exteriores: la rebautizaron en el comunicado).
Raro, sí, pero más raro aun que al comunicado original hayan seguido una versión editada y luego un “Alcance” en el que se intenta disipar suspicacias con un argumento ya francamente de autocracia bananera: que los comentarios de Jorge, hechos en una cena privada, estaban ¡documentados! ¿Qué comparten Jorge y Daniel? Jorge tiene una obra extensa que va de la novela, al cuento, al ensayo y hasta al dibujo, y ha impulsado la lectura en TV, en sus columnas y en cuanta feria del libro.
Daniel es el mejor entre los promotores de la lectura en México y un tremendo editor: le debemos la incomparable colección de literatura infantil del FCE. Es decir, comparten la condición de hombres de cultura, en el sentido más admirable. ¿Qué con Marx? Bueno, tiene los libros de texto, que son pocos y salieron tarde, llenos de propagandismo y pranganeando con el pago a los colaboradores.
Respecto al área de diplomacia cultural, qué decir: deja a Relaciones Exteriores como una secretaría malechota, turbia y permeada de autoritarismo setentero. ¿Por qué son casos sintomáticos? Porque nos recuerdan que en este régimen no hay lugar para los buenos exponentes de nuestra cultura.
De los responsables de sus despidos, en cambio, seguiremos teniendo noticias a punta de comunicados, declaraciones, desmentidos, y nada más.
POR JULIO PATÁN
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