COLUMNA INVITADA

Decepción presidencial

El desenlace de la crisis en el Tribunal Electoral coincidió con la decisión de Arturo Zaldívar de no aceptar permanecer dos años más como Presidente de la Corte

OPINIÓN

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Arturo Sánchez Gutiérrez / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El desenlace de la crisis en el Tribunal Electoral coincidió con la decisión de Arturo Zaldívar de no aceptar permanecer dos años más como Presidente de la Corte, de conformidad con un transitorio de la nueva Ley. En el Tribunal imperó la responsabilidad institucional para terminar el proceso electoral federal y emitir las últimas sentencias el 18 de agosto, bajo una presidencia interina del Magistrado Felipe Fuentes Barrera. Así, el INE realizará el cálculo final de los resultados y procederá a repartir las curules de representación proporcional. En la Corte terminó la incertidumbre sobre un transitorio en la ley que generó innecesariamente un conflicto sobre decisiones que corresponden exclusivamente al pleno. 

La moraleja es clara: más allá de las preferencias personales de los involucrados o de la Presidencia de la República, las instituciones mostraron su capacidad para enfrentar conflictos, dilemas y desencuentros. El Magistrado José Luis Vargas entendió lo absurdo de permanecer en la Presidencia del Tribunal sin el apoyo de 5 de sus compañeros; el Magistrado Reyes Rodríguez renunció a su nombramiento para encontrar un equilibrio que sacara a flote la institución; Arturo Zaldívar defendió la jerarquía de la Ley sobre las ocurrencias transitorias de los legisladores o de la opinión del Presidente López Obrador. 

Sin embargo, la reacción del Presidente fue lamentable: “Hay mucha hipocresía, son muy falsarios” dijo sobre los magistrados del Tribunal; “No hay más que una renovación tajante tanto en el INE como en el Tribunal”; y descalificó a los ministros de la Corte por no permitir que su presidencia permanezca dos años más. “A mí me decepcionaron” afirmó el Presidente.  

Persiste una constante descalificación de las instituciones mexicanas que no deciden sus asuntos como el Presidente quisiera. Ocurrió lo mismo la semana pasada con el análisis sobre la pobreza que difundió el CONEVAL. El Presidente simplemente tiene otros datos, que nunca proporcionará, no mide las consecuencias de sus palabras, falsea la realidad e incide en quienes le creen. Al desprestigiar a las instituciones vulnera su legitimidad y el orden constitucional. Al denostar a los medios facilita que otros, incluso la delincuencia organizada, los amenace, como fue el caso con Azucena Uresti.  

En su ensayo “El Estilo Personal de Gobernar” (1974), Daniel Cosío Villegas analizó los primeros tres años de la administración de Luis Echeverría. Una de las moralejas del estudio era que el sistema político de entonces propiciaba un estilo personal, y no institucional, de gobierno, con todas las consecuencias que esto suponía. Pareciera que el Presidente añora esos tiempos y olvida 37 años de desarrollo político institucional en México. Se entiende entonces la decepción presidencial, cuando se topa con instituciones como la Corte y el Tribunal Electoral que, aún con sus fallas, actúan con independencia y no siguen sus deseos. 

POR ARTURO SÁNCHEZ GUTIÉRREZ
PROFESOR INVESTIGADOR TEC MONTERREY
@ARTUROSANCHEZG

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