COLUMNA INVITADA

“Ciudades Inteligentes”. Una solución obligada

La advertencia hizo que en menos de 30 años la sociedad europea dejara de usar el automóvil para auxiliarse de la bicicleta, y caminar y aprovechar el formidable servicio de transporte público

OPINIÓN

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Francisco Acuña Llamas / Analista y catedrático de la UNAM / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

“Estacione su auto en Tokio”, decía un cartel en alguna de las grandes ciudades europeas de finales del siglo pasado. Irónica manera de protestar por la saturación de vehículos de procedencia nipona, evidente reflejo de molestia por la “invasión de productos externos” y, de alguna manera, irritación por la producción masiva de automóviles convencionales y su efecto contaminante.  

La advertencia hizo que en menos de 30 años la sociedad europea dejara de usar el automóvil para auxiliarse de la bicicleta, y caminar y aprovechar el formidable servicio de transporte público. Se habla de la nueva actitud: ejercer el privilegio del peatón por contribución al planeta.   

Existe un pesimismo informado que —esperemos— aumente, en tanto, como consumidores responsables, exijamos se produzcan solamente artículos biodegradables; retornar al papel y al vidrio para las envolturas y envases para enviar al plástico al museo de usos y costumbres más destructivos de la historia de la humanidad. 

El impresionante desarrollo de las ciencias y tecnologías, y la creciente preocupación por el calentamiento global y la degradación del planeta impusieron una serie de requisitos para determinar “Ciudades Inteligentes” o “Smart Cities”, ciudades sostenibles en su triple vertiente: económica, social y medioambiental. El asunto parece una convocatoria para ciudadanos que gozan de cierto nivel superior de ingresos que, por contribuir con el planeta, adquieren un vehículo híbrido o eléctrico que, naturalmente, está fuera del alcance de la población en general. 

Las “Ciudades Inteligentes” persiguen un desarrollo sostenible, incremento en la calidad de vida ciudadana, mayor eficacia de los recursos disponibles y participación ciudadana activa; en la práctica parece que ha potenciado los satisfactores de confort (comodidades humanas) en un ejercicio de economía rentable y desarrollo de las actividades empresariales saludables al medio ambiente. Pero falta que tenga efectos en el “modus operandi” de la población abierta, en los consumidores de comida chatarra, en abandonar aficiones y algunas tradiciones. 

Y cómo podrá haber “Smart Cities” si los gobiernos no cooperan con poner de su parte para adoptar el programa plenamente e ingresar en las filas de las alcaldías que están dispuestas a sembrar esta semilla de porvenir. 

Sin un “gobierno inteligente” no tendrá mucho sentido el esfuerzo de los más ejemplares ciudadanos, que por filantropía hacen tanto por mover conciencias de los demás. 

Las “Ciudades Inteligentes” requieren contenido social que ligue de modo más evidente la causa de los ahorros de energías y la ciberciudadanía para hacer que el gobierno deje de consumir productos contaminantes y adopte el “gobierno electrónico” y “cero papel”, y además que se frene la desproporción de la basura tecnológica, que hace que se desechen los artefactos en que se alojan dispositivos y aplicaciones de producción incesante. La clave de las "Ciudades Inteligentes" está en la gama de servicios en línea que, sin excluir a los no digitales, eviten traslados y permitan mejor calidad de vida, como lo ha enseñado la pandemia con trabajo a distancia.  

Las “ciudades inteligentes” deben ser la vía para comenzar un “mundo inteligente”. 

POR  FRANCISCO ACUÑA LLAMAS
ANALISTA Y CATEDRÁTICO DE LA UNAM
@F_JAVIER_ACUNA 

dza