COLUMNA INVITADA

El Presidente frente al espejo

En el informe presidencial del 1 de julio se vio a un hombre que se cree tocado por la historia y convocado por el destino para fines superiores

OPINIÓN

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Alfredo Ríos Camarena / Columna Invitada / Opinión: El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

El informe presidencial constituye una obligación que la Carta Magna impone en su artículo 69 al titular del Poder Ejecutivo Federal, con el propósito de que el Congreso de la Unión conozca el estado que guarda la administración pública del país; no obstante, ha servido para muchas cosas, menos para eso.

Durante muchos años fue la fiesta del Presidente; después del informe acudíamos a Palacio Nacional formando largas colas que llamamos “Besa-Manos”, en el que saludábamos al Presidente. Cuando se celebró la elección presidencial en la que ganó Felipe Calderón, hubo fricciones entre la LX Legislatura y el presidente Fox, a quién no se le permitió la entrada al recinto con motivo del informe; más tarde, el presidente Calderón tuvo que entrar de manera subrepticia y triste por la puerta trasera del Congreso y protestar entre abucheos y silbidos; lo salvó la diputación priista que, con pequeñas banderas de México, ingresó al recinto parlamentario convocando a la paz interna.

Actualmente el Presidente ha inventado informes trimestrales que son una síntesis mejor elaborada de su propaganda mañanera. El 1 de julio se dio este acto con la solemnidad del Palacio Nacional y con los honores a la Bandera, y con la sola presencia del gabinete ampliado. Es decir, la figura presidencial se encontraba junto a la misteriosa silla que deja vacía en cada uno de estos actos —tal vez con un sentido parapsicológico que desconocemos—, y enfrente un espejo, esto es, los funcionarios que él pone y quita, a su leal saber y entender, en concordancia con sus facultades constitucionales (espejito, espejito, ¿quién es el mejor gobernante de la historia?).

En este evento, se repitieron los temas de supuesto éxito de este gobierno: manejo adecuado de la pandemia y de la economía; disminución de la delincuencia y del crimen; equilibrio de la macroeconomía; descripción de su triunfo en las últimas elecciones; y la lectura de una encuesta que mandó realizar el propio Presidente y que le da un altísimo porcentaje de aprobación nacional. Es decir, la soledad de un sólo hombre que se cree tocado por la historia y convocado por el destino para fines superiores.

La realidad de la administración pública es que no existe un rumbo claro del proyecto de nación; no hay una brújula conductora que permita conocer para alcanzar los fines de esta transformación. Claro está primero los pobres, todos estamos de acuerdo, la pregunta es ¿cómo?, ¿con qué teoría económica?, ¿con qué política administrativa?, ¿con qué equipo de gobierno?

Su principal objetivo ha sido el combate a la corrupción, sin embargo, sus fines no se han logrado, ni quisiera en su más mínima expresión; sólo se ha perseguido a una enemiga política como Rosario Robles, mientras que, a un corrupto confeso, como Emilio Lozoya, se le permite cómodamente actuar como testigo protegido.

En otros aspectos, el Presidente ha tenido éxito en sus programas sociales y en su defensa de la política soberana en materia energética. Falta poco tiempo, habrá que apresurar el paso y acelerar el cambio.

POR ALFREDO RÍOS CAMARENA
CATEDRÁTICO DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNAM

MAAZ